Como si de la mítica Ruta 66 estadounidense se tratara, las artistas Lena Heubusch y Ariadna Guiteras han recorrido la nacional 234 con un objetivo: plasmar conforme a sus experiencias lo que en el mundo rural ocurre y dar cuenta de la falta de expectativas que conlleva la despoblación.

El resultado se ha materializado en la exposición Viaje uno: tocar el pueblo, una de las tres muestras que conforman el conjunto Ruta 234. Este proyecto artístico ha sido coordinado y organizado por la asociación Pueblos en arte, que tiene su sede en Torralba de Ribota, y la Diputación Provincial de Zaragoza. La exposición puede visitarse en la sala Cuarto Espacio.

La exposición es un conjunto de instalaciones plásticas y audiovisuales que tratan de explicar a través del arte conceptual las cualidades de los entornos rurales. Según la comisaria de la muestra, Gema Darbo, la idea era de este conjunto artístico era «superar las dicotomías y los dualismos que vienen de esas líneas de pensamiento basadas en los contrarios, que son la naturaleza y la cultura, lo rural y lo industrial, la ciudad y el pueblo». «Nosotras, desde nuestra propuesta artística, lo que queremos es romper con eso para volver a mirar y así resignificar de alguna manera estos conceptos. Queríamos reflejar que hay interdependencia, y eso es un punto de partida interesante para por lo menos pararnos a pensar cómo repoblar estos espacios. Nosotras obviamente, no tenemos la respuesta», añadió también.

Una de las obras que posiblemente más llamarán la atención de los visitantes son unas patatas dispuestas en el suelo y conectadas entre sí mediante cables. «Estas patatas emulan a la carretera nacional 234. Para nosotras no se trata de una línea con un principio y un final, si no de un organismo vivo e interconectado», dijo Heubusch, que también estuvo presente en la inauguración.

«Yo no conocía la zona en absoluto. Para mí todo ha sido una sorpresa», explicó la artista alemana, que contó también que la inspiración les vino de las experiencias que vivieron en el viaje y de las conversaciones con los paisanos de la zona. «Me resultó muy curiosa la diferencia que hay entre los extremos. Por un lado, existe en estas personas un pesimismo muy grande y luego, por otro, son muy optimistas y quieren tirar para delante. Se sienten abandonados pero al mismo tiempo están esperando todo el rato que algo va a llegar, sea lo que sea», concluyó Heubusch.