La vida de Ramón J. Sender tuvo un antes y un después de la estancia del escritor oscense en Melilla, una estancia --mientras realizó el servicio militar en la antigua República del Rif-- que reflejó constantemente en su literatura. El historiador y archivero de Melilla Vicente Moga ha analizado el impacto que causó en este aragonés el encuentro con la realidad africana en El soldado occidental. Ramón J. Sender en Africa (1923-1924) . El escritor melillense presentó ayer este estudio acompañado por el periodista Juan Domínguez Lasierra, quien recordó que Sender, en su juventud fue "un revolucionario, sin embargo, tras un tiempo trabajando en un diario en la capital oscense, se va aburguesando". De esta situación despierta en Marruecos, donde renace su "espíritu anarquista" y es que, según explicó Moga, para Sender "significó un choque tremendo que un grupo de soldados analfabetos lucharan por lo que él llamaba las tres castas: banqueros, generales y curas".

El historiador parte para El soldado occidental de los ocho Arabescos --artículos que Sender publicó en El telegrama del Rif -- y dos textos titulados Impresiones del carnet de un soldado , a través de los cuales "retrato la vida de Sender en Marruecos y, por extensión, la de Marruecos como protectorado ".

Vicente Moga barajó varios títulos para este estudio, que no sólo es biográfico, sino un análisis de una sociedad en un momento determinado, ya que se critica al ejército o la política del momento, que provocó miles de muertos. Al final se decidió por El soldado occidental , porque "se trata de una llamada a la actualidad, una lectura paralela del papel que realizan los soldados en las guerras coloniales de hoy en día".

Todo lo que Sender vivió en Melilla lo plasmó en sus libros, sobre todo en Imán , donde, al igual que en los Arabescos , utiliza un "fino sentido de la ironía y el sarcasmo".

Ramón J. Sender siempre afirmó que veía muchas similitudes entre los aragoneses y el pueblo bereber. "Todos los aragoneses tienen sustancia bereber, y quienes no la tienen son unos sinsustancia", recordó Lasierra que pensaba el oscense. El autor sólo vivió un año en Melilla, sin embargo, su huella sigue viva hoy, gracias a una serie de autores o a la asociación de vecinos de Cabrerizas Altas --donde se situó el cuartel--, ya que lleva el nombre del escritor aragonés. La ciudad "siempre es madre adoptiva porque hoy se sigue recordando", aunque Moga reconoció que es mayor "la huella que Melilla dejó en Sender".