-Me va a permitir empezar con una pregunta muy manida para usted seguro pero ¿qué es lo que no está en su sitio?

-Tú mismo lo ves, abres tu periódico o internet y ves que todo se mueve al margen de uno. El mundo está como descoyuntándose, al menos el que conocemos y, además, las noticias nos desbordan cada día. ¿Quién iba a pensar que a Theresa May casi la descabalgan sus propios compañeros de partido? No podemos digerir la velocidad de la información y no tenemos la oportunidad de contrastarla. Lo que sí está en su sitio es lo físico, el Moncayo sigue en su sitio y el Ebro cuando no se desborda.

-¿En estos tiempos de incertidumbre, la música da ese sosiego necesario?

-Sí, la música siempre ha sido un estabilizador, creo que es el máximo poder de comunicación que hay, el más inmediato, el que no tiene filtros. Tú escuchas música continuamente y decides qué es lo que se te queda en el disco duro y qué expulsas, es lo más democrático que existe. Además, no tienes que hacer nada para escuchar música, solo encender un aparato. La música sigue siendo importantísima, lo que pasa es que en estos tiempos de banalización de todo te puedes encontrar un chaval joven en Spotify escuchando solo 45 segundos de una canción para pasar a la siguiente... Bueno, es el tiempo que nos ha tocado vivir.

-Y ahora que parece que la música grabada está en declive va usted y saca un disco nuevo diez años después...

-Es como echar una botella al mar desde una isla del náufrago a ver si le llega a alguien y, claro, unas llegan más que otras y unos trabajos tienen más aceptación que otros. En este caso, me he sentido muy reconocido con este disco porque me han dicho cosas que hacía mucho que no me lo decían, por ejemplo, «ha hecho un buen disco», hacía muchísimos años que no me lo decían, seguramente porque ahora te ven muy amortizado también. Entonces dicen, este tiene un poco por delante y mucho por detrás y uno lo entiende perfectamente. Me alegra también mucho que me digan que he acertado con unas cuantas canciones de este disco.

-¿No es triste que en el siglo XXI aún tenga que cantarle como en este disco a la memoria histórica?

-Es muy penoso porque yo trato de ponerme en el lugar de la gente que tiene muertos que no han sido recuperados. Yo tengo un abuelo mío que sé dónde está, está con otros 1.800 en una fosa común del cementerio de Oviedo con su nombre inscrito en una lápida pero es terrible. Pongo siempre como ejemplo uno extremo que he escuchado todos estos años. Una familia de León a la que habían matado a su abuelo y sus hermanos y sus cuerpos estaban en un trocito de finca. Esta familia ha estado pagando durante años un alquiler para que en esa zona no se sembrase. Es estremecedor, ellos saben dónde están y pagan un alquiler esperando recuperarlos algún día. Es un dolor inmenso para la gente que lo ha vivido directamente. Por eso, entiendo a mi padre cuando no me contaba nada de esto, habían pasado tanto miedo que lo que querían era pasar página y no transmitir a los hijos lo que ellos habían pasado. Pero es un deber del Estado hacer estas cosas, no dejar a voluntarios, a gente privada que vayan excavando y sacando, el Estado debería ocuparse de esto.

-¿Qué le parece el ascenso de Vox?

-Estábamos muy felices porque decíamos que aquí no teníamos extrema derecha aunque yo creo que estaba integrada en el Partido Popular desde hace muchos años. Lo que pasa es que ahora se ven con voluntad de tener voz propia, se jalean a sí mismos y vienen con aires de revancha de no sé qué, ¿de qué quieren la revancha?

-¿Cómo va a ser el concierto de Zaragoza?

-Cuando empiezo a cantar siempre hago un pacto con el público, les digo «voy a cantar todo lo que vosotros queráis y me dejáis que cante también lo que yo quiera». El equilibrio siempre tiene que existir porque la gente que va a verte quiere escuchar las canciones clásicas de toda la vida y tú tienes voluntad de colar las canciones nuevas. Afortunadamente, las canciones nuevas funcionan muy bien a pesar de que son muy desconocidas, lógicamente, para la gente. Es un concierto muy vital y entretenido, son dos horas que a mí se me pasan muy rápido y seguro que a la gente también.

-Veo que tiene claro que ni su público le perdonaría no cantar determinadas canciones...

-Es algo imposible. Mira durante un tiempo me resistía a hacer eso pero entendí que no debía hacerlo un día que fui a ver a Simon & Garfunkel en Madrid y se iban del escenario y no habían cantado Puente sobre aguas turbulentas y pensé «¡pero estos cabrones cómo se van a ir sin cantar esto!». En ese momento, lo entendí todo.

-¿Cómo es el público de Zaragoza?

-Es muy buen público, es extraordinario. He cantado en todos los escenarios posibles en Zaragoza, desde lugares con pocos medios hasta los más excelentes, la plaza de toros, los teatros... y, además, tengo amigos maravillosos.