La imagen de modernidad que suele dar Estados Unidos se contradice en cuanto la cámara o la visión se alejan de las grandes ciudades para perderse por los grandes espacios.

O por los grandes lagos, que es donde transcurre la inquietante novela de Karen Dionne titulada La hija del pantano (HarperCollins).

Si hubieras nacido totalmente aislado, ¿sabrías si algo está mal? se pregunta la cubierta del libro, y la respuesta no es nada sencilla porque la protagonista, Helena, es hija de un ojiwa que raptó a su madre cuando apenas era una niña para vivir en una cabaña perdida al norte del Lago Michigan y adaptarse de tal modo a la existencia salvaje que acabaría justificando su sobrenombre: el Rey del Pantano.

En medio de temperaturas extremas, rodeada de agua y fango, de serpientes, castores, perros salvajes y osos capaces de arrancar un brazo con un simple zarpazo, Helena irá creciendo como digna hija de su padre. De alguna manera, será la reina, o la princesa de un pantano (el Lago Michigan) que llegará a conocer como la palma de su mano y en el que medirá su aprendizaje y sus fuerzas contemplándose freudianamente en el espejo de su padre.

Pero el Rey lo es sin otros súbditos que los animales salvajes. Y no será, precisamente, un buen padre para la niña, ni un buen ciudadano, o no lo habrían encarcelado por gravísimas acusaciones.

Siempre es difícil, sin embargo, domesticar a las especies salvajes, y por ese principio y su selección natural, cuando el Rey escape de su jaula tras haber acuchillado a sus guardianes con armas letales fabricadas a base de papel y pasta dentrífica comenzará entre su hija y él, entre el Rey y la Reina del pantano una lucha mortífera y, al mismo tiempo, fraterna y tribal, pues la misma sangre ojiwa que corría por sus venas los entroncaba con los viejos clanes dominantes con antelación a las invasiones del hombre blanco.

Novela de una rara intensidad, pero abocada desde un principio a la tragedia, La hija del pantano relata en pleno siglo XXI una historia que pudo haber sucedido durante las grandes migraciones, cuando las tribus de cazadores y pescadores dominaban América y en sus códigos para la vida y la muerte sólo podía leerse el libro de la naturaleza.

Thriller de evasión, tierno, violento, conmovedor y sensorial a partes iguales.

Una buena historia.H