Al menos por aquí. La noche de la guía roja atravesó Aragón sin pena ni gloria, dejando el panorama estrellado tal cual estaba el pasado año. Es decir, han revalidado su estrella los cinco restaurantes aragoneses galardonados -Cancook, Hospedería El Batán, La Prensa, Lillas Pastia y Tatau−, lo que confirma su calidad, según los particulares y oscuros -por ignotos− criterios de sus inspectores. También mantiene el BonAmb en Alicante, del cariñenense Alberto Ferruz, sus dos estrellas.

Por supuesto que en Aragón hay otros restaurantes merecedores de esta distinción, como por ejemplo Callizo, en Aínsa, y bastantes de los actuales big gourmand -excelente relación calidad-precio, cuyo número también se mantiene− podría ascender al firmamento cuando los señores de rojo así lo decidan.

Si la guía es rácana con Aragón, no lo es menos con el resto de España, donde únicamente el Cenador de Amós, en Cantabria, accede al triestrellato, sustituyendo a Dani García, que ha renunciado a la alta cocina. Especial interés tiene para los aragoneses las dos estrellas que alcanza el Deliranto, en Salou, debido a su proximidad afectiva.

Y aunque vendan escasas guías físicas, lo cierto es que su influencia en la cuenta de resultados de los premiados es notable, por más que, en ocasiones, las exigencias de los inspectores provoquen problemas en el devenir de los galardonados, siempre temerosos de perder la estrella.

Y sí, estadísticamente Aragón está por debajo de la media en número de galardonados, con el mismo número de estrellas que, por ejemplo, Navarra. Reflejo, por otra parte, de nuestra presencia gastronómica en los medios nacionales, más bien exigua, cuando no desinformada.

Quizá deba ser el departamento de Industria, o de dónde dependa el sector automovilístico quien deba intervenir al respecto, antes que el de Turismo. A la postre, lo que vende la guía son neumáticos.