* * * * THRILLER: Luis Tosar, Jesús Castro, Bárbara Lennie, Eduard Fernández, Sergi López, J. Carroza, M. Bachir. España. Salas: Aragonia, Grancasa, Palafox, Puerto Venecia y Yelmo.

Tras rodar tres películas más que interesantes pero que fueron ignoradas por el gran público (El corazón del guerrero, El robo más grande jamás contado y La caja Kovak), Daniel Monzón se situó en el estrellato de los realizadores españoles con la espléndida Celda 211, que arrasó en la taquilla y en los Goya. Cinco años más tarde, la apuesta es más complicada ya que resulta difícil mantener el listón alto, y sale airoso del reto. El escenario de El Niño da mucho juego, el estrecho de Gibraltar, esos escasos kilómetros que separan la Europa teóricamente rica del norte de África y se adentra en el cine de acción puro y duro para narrar en paralelo la lucha de los policías contra el narcotrafico y las peripecias de un joven y habilidoso conductor de lanchas motoras que intenta ganarse la vida pasando droga. Ambos bandos utilizan todo tipo de estrategias, como si fuera una partida de ajedrez, para engañarse mutuamente. Temas inspirados en la realidad que han sido analizados en artículos periodísticos y programas televisivos, pero que aquí son ficcionados. El filme seduce desde su mismo prólogo, en el que la cámara traza armónicos movimientos reflejando la actividad en el puerto, y tiene sus mejores momentos en las vibrantes persecuciones entre el helicóptero de la policía y la barca de los traficantes, de un verismo inusual y en la línea más realista del cine ochentero, cuando los efectos digitales aún no se habían adueñado de la pantalla. El reparto, repleto de grandes nombres, es casi insuperable y descubre a un debutante, Jesús Castro (coprotagonista junto con Tosar) con unos hipnóticos ojos azules y una mirada entre Newman y Brando. Ha nacido una estrella que va a ser carne de fans. No desentona frente a los monstruos, pero se le nota algo inexperto y puede mejorar.

El realizador se pone de parte del policía honrado (Tosar se pasa al otro lado de la ley y se convierte en Buenamadre), pero trata con cariño a los chicos hasta el punto que el espectador también desea que les salgan las cosas bien (como ya ocurría en Celda 211). Los personajes están bien descritos no son buenos o malos, tienen defectos y virtudes, todos aportan algo, y muestra la lucha incesante de los agentes para detectar los contenedores susceptibles de llevar carga oculta y, cómo no, la corrupción en este cuerpo provocada por el exceso de dinero negro que generan estas actividades. Un producto entretenido, ameno, con algunos momentos especialmente brillantes, a la altura de los grandes blockbusters americanos, pero con mucha más cercanía y alma.