Un mercado es un mercado, valga la obviedad rajoniana; pero ahí va otra: hay mercados y mercados, y el de Música Viva de Vic, que acaba de celebrar su trigésimo primera edición, es de los que apuestan por la creatividad, los nuevos proyectos y la diversidad sonora. Todo eso, claro está, además de tener presente su propia defición (mercado): ofrecer a los programadores música para todo tipo de escenarios.

Lina y Raúl Refree, una conjunción cósmica.

En la aplísima (como es habitual) oferta musical de este año ha destacado con mucha luz la propuesta de la espléndida cantante portuguesa Lina (Carolina Rodrigues) y el músico y singular productor Raül Refree. Lina da al fado una nueva dimensión dramática, huyendo del aspaviento y otorgándole gran profundidad. Y Raül Refree, que ha facturado con artistas femeninas trabajos excelentes (de Silvia Pérez Cruz a Rosalía), pone al clasicismo fadista la modernidad de un acompañamiento musical armado con piano, teclados y reactivos electrónicos. El resultado es explosivo, pues pasea al escuchador simultáneamente por las raíces y las puntas en un viaje que conjuga el tiempo y el espacio. No sé si llamar fado cuántico a lo de Lina y Refree, pero no se me ocurre definición más certera.

Otro de los showcases destacados fue el del músico andino (Ecuador) Mateo Kingman. Lo suyo es la conexión de los sonidos de la naturaleza con las músicas urbanas y los textos comprometidos. Mateo sigue preocupado por asuntos como el futuro de la Amazonia, pero las músicas de su disco más reciente han ampliado su paleta de colores y ritmos: así, junto a las piezas de línea ambiental que le conocíamos, trabaja ahora con ritmos más bailables, incluyendo pinceladas de reguetón. Kingman es la energía de la tierra llevada al escenario.

Y ahora, una de arena: la esperada presentación de Lagartija Nick con el poema sinfónico Los cielos cabizbajos, un proyecto inédito creado por Jesús Arias (falleció en 2015), hermano de Antonio, cantante y bajista de Lagartija. El grupo, en este «homenaje a las ciudades devastadas desde el cielo por el odio y el salvajismo más desolador», estuvo acompañado por un coro y el Ensemble del Conservatori Liceu. Se trata de una conexión a priori sugerente, en la línea de experimentación, salvando todas las distancias salavables, de Omega, la obra que Lagartija Nick grabó con Enrique Morente. Pero, cuando menos en el concierto de Vic, a Los Cielos cabizbajos les faltó pulso, fuerza y arrebato. No sé si el problema está en las canciones o en su interpretación por parte de la banda, por lo que la aportación del coro y del Ensemble no brilló como debía. Para mayor abundancia, la batería de Eric Jiménez (un golpeador de altura) estaba sonorizada tan alta que eclipsaba tanto al resto de los intrumentos del grupo como al Ensemble y al coro. Lástima.

María Guadaña.

Más conciertos de interés: el de María Guadaña (la jienense Herminia Martínez), repleta de vigor escénico, dando vida a un sensual cabaret personal en el que se conjugan el rock, el folclore y otras especias, lanzado con letras notables; el de la siempre desconcertante y minimalista cotidiana Lorena Álvarez, y la descarada negritud de Aiala, más incisiva, para mi gusto, en los pasajes en los que priman la estructuras del rap que en los que juega con el concepto Beyoncé. Voz no le falta, desde luego. Repleto de acentos latinos y de otras latitudes, el jazz del trío PLINT ayudó no poco a deperezarnos en una presentación matinal. También disfrutamos con grupo de Oporto Palankalama y su estupenda colección de folclores imaginarios. Gato Preto volvió a dejar claro que su oferta es más intresenta en disco que en directo, aunque sabe cómo hacer que el público participe de su «afrofuturismo», y el maestro Javier Ruibal arrebató a un público que apreció desde la primera nota el talento y la voz de un trovador grandísimo.