Un vino puede tener mucha miga. O mucha uva. Es más que buena química, taninos y tiempos de maduración. Un vino, a veces, es una buena historia detrás, como las cerca de veinte que el grupo de restauración integrado por los restaurantes Marengo, La Bocca y Nativo ha ido recopilando en este último año. Plantearon a otros tantos personajes del enoturismo, la gastronomía y la comunicación de Zaragoza emparejarse con un determinado caldo. Y del maridaje ha salido una carta emocional de blancos, tintos y rosados. Y también algunas historias para recordar.

Esta curiosa iniciativa se presentó ayer en Marengo, en Zaragoza, con el equipo del lugar, encabezado por Kike Júlvez y Carlos Vallejo, con la empresaria de la comunicación Yolanda Gil, que ha coordinado la idea, y con algunos de los autores de esta carta de vinos. Sobre la mesa, los caldos y las fichas de cata de cada uno de ellos. Como la del televisivo periodista Mariano Navascués (que vive Chino Chano, pero que lleva la enología en el ADN), que hablaba del clásico Tres Picos de Borsao haciendo una analogía con el tema Shook me all night long de AC/DC (y dejando prueba, además, de por dónde van sus gustos musicales). Patricia Sola, divulgadora sobre gastronomía y alimentación, hacía un símil entre el Alquézar Rosado y las golosinas y la escritora Elisabeth G. Iborra se ocupaba de defender un verdejo de Protos, animando también a otros consumos: «¿Por qué no un sauvingnon blanc?». A Françoise Kröne y Pitu Alquézar, de la revista Akí les tocó brindar con cava. Y al gastrónomo Eduardo Bueso con un rotundo Protos. Entre las firmas propuestas (que van mucho más allá de nombres clásicos de la gastronomía) también hay mucho de las nuevas generaciones, la hornada de foodies que enamora a muchos consumidores a través de las redes.

«La idea es que no sea un simple listado de botellas y precios, sino un librito catálogo de consulta con recomendaciones que sirvan como guía», recalcaron los organizadores. Cumpliendo, además, con uno de los objetivos de esta curiosa iniciativa, que es acercar a otros públicos hacia otros vinos y hacerlo «no con una cata técnica, sino con otra más emocional, explicada de una manera más directa».

«El proyecto ha sido precioso, porque, además, prácticamente todos a los que se lo propusimos aceptaron el reto», añadieron. Y lo hicieron por su cariño hacia el mundo del vino, para animar a descubrir nuevas experiencias y por la difusión de unos caldos en los que hay mucho poso de las bodegas aragonesas.

Ese tanto global de personajes ha incluído también firmas de este y otros medios que ahora tocará descubrir en la carta... Si es en compañía de un Gewürztraminer de Pirineos Selección, mejor que mejor. Quizás, detrás de él, haya una historia que recordar. Y que compartir.