Sin tanques ni soldados, solo pulsando la actuación de la sociedad civil de la época para mostrar el inicio de la dictadura en Argentina. Esta es la apuesta de Benjamín Naishtat en Rojo, reflejar la era del terror argentino como si se tratara de un thriller de violencia soterrada, más enigmático que didáctico. Un filme tan inquietante como deslumbrante en su puesta en escena, misterioso e irónico, en el que cuesta entender por qué las personas se insultan o agreden, aunque al final lo sabemos todo.