Estudió Bellas Artes en Sevilla, donde nació en 1962. Amplió estudios en Barcelona y cuando en 1994 aterrizó en Berlín llevaba tanto soporte conceptual a base de los filósofos contemporáneos franceses y la Escuela de Frankfurt que lo primero que le preguntaron fue: ¿Y tú que piensas?

Juan Carlos Robles expone en la galería zaragozana de Antonia Puyo (calle Madre Sacramento) unas fotografías tomadas en Berlín, Nueva York y Johanesburgo que responden a esa pregunta tras acercarse a la vida tomando a la ciudad como laboratorio. Sus obras en vídeo mantienen el tiempo real: "cuando cortas, estás construyendo tu historia".

Robles aporta una secuencia de 8 minutos en plano fijo de su abuela de 105 años, Mercedes García Robles, tomada pocos meses antes de su muerte. Y en esa pequeña obra sin sonido, en la que la anciana mira al frente, apenas pestañea y termina durmiéndose, el artista recoge "todo el tiempo del siglo XX".

El título de la exposición De Korte alude a una calle de la capital surafricana, pero también al click fotográfico que corta una secuencia espacio temporal y la congela. Y ese fragmento muestra la realidad y la resume como una ausencia o extrañamiento de lugares o tiempos privilegiados para el hombre contemporáneo inserto en un mundo intercomunicado. Y sus fotografías expuestas tratan de reflejar lam propia herramienta de trabajo: "Esas puertas de ascensor que yo fotografío justo cuando se abren, desde dentro, funcionan como el obturador de la cámara. El fotograma del paso de cebra recoge en las rayas sobre el suelo la secuenciación temporal del vídeo".

Juan Carlos Robles estudió en la Universidad de Berlin con Katharina Sieverding, que fue alumna de Beuys. Había utilizado en España el vidrio como material conceptual, "duro y rígido por fuera, pero a la vez transparente, que muestra su interior", dejó obra en el Macba y dio un salto de la pared al espacio exento y dividió la Sala Moncada en dos.

ACTUAR EN BERLIN

En Berlín desplazó una cabina de control que estaba en el andén del metro de Alexander Platze al exterior, en la plaza Rosa Luxemburgo: "Me la llevé del subterráneo a la calle con los sonidos de entrada y salida de trenes, como diciendo con ese desplazamiento: ¿dónde está el poder?". Era una reflexión sobre "cómo el poder estructura nuestra circulación. O cómo las nuevas tecnologías encubren al poder de modo diferente".

En las fotos, Robles encuadra al ser humano en interacción con la ciudad: "es como si quisiera retratar ese espacio al que hemos sido arrojados solos". Y expresa el espejismo democrático de que uno se pueda sentir igual a los demás cuando va sentado en el metro, con gente de todo tipo, "incomunicados entre sí, y pasajeros en una misma vía de comunicación"

En el paso de cebra hay una vista cenital que fotografía ese pentagrama donde están colocados los personajes. Son sombras y ese es su hábitat. En las fotografías de los ascensores "los hombres aparecen como fantasmas en movimiento". En la escalera mecánica que baja aparecen secuenciadas en cortes las personas y la sorpresa de sus apariciones.

Hay otra secuencia de fotos de una construcción roja, temporal y efímera que mostraba todas las maquetas y proyectos urbanísticos que se iban a realizar en el Berlín reunificado. Juan Carlos Robles elimina la parte inferior de la imagen, el suelo, la huella dejada por la historia en el espacio baldío entre las dos ciudades. Ese personaje que flota sin suelo, "inscrito entre unos tendidos eléctricos y las antenas de televisión está igualado con cualquier otro por la tecnología, por los elementos que articulan nuestra vivencia diaria más allá de toda huella de origen o pertenencia a un territorio". Y el artista, que de nuevo vive en Sevilla, asegura que es una ventaja no sentirte arraigado en ningún sitio: "Hoy como artista, yo no creo más en lo del centro y la periferia" y concluye: "Estamos arrojados a un vacío y tenemos que aprender a vivir en esta nueva situación".