-¿En la vida todo es negociable?

-Depende para quién pero hay quienes negocian todo. No hay que poner ejemplos pero sabemos hasta dónde el hombre es capaz de negociar con el diablo y con quien haga falta pero, afortunadamente, cada uno tiene que saber hasta dónde tiene que negociar. Tenemos que convivir con el mal, esto es así. Vivir es convivir con el mal que nos rodea, tenemos que saber hasta dónde podemos negociar con nuestras pequeñas deslealtades, vicios, traiciones, corrupciones… el bien en estado puro no se da salvo en los santos y ni aún así. Tenemos que aprender a negociar. Vivir es negociar.

-¿La vida te empuja a ese lugar? En su libro parece que se ve claro…

-Lo que pasa es que a Hugo la vida lo pone a prueba, él se encuentra en una encrucijada donde puede elegir entre corromperse o no y elige corromperse. Hay muchos virtuosos que lo son porque no han sido puestos a prueba, si no ya veríamos. Normalmente no somos puestos a prueba, «decimos, ese jodido cómo se lo ha llevado pero ¿y si alguien susurrase en tu oreja, si esto no hace daño nadie y si no lo haces tú lo hará otro? ¿Qué pasaría?». Sí creo que hay personas que son muy estrictas en cuál es la raya que no podemos traspasar. Estamos hablando de moral más que de literatura.

-Es que su libro también va de eso…

-Sí, pero yo soy narrador, no soy filósofo ni moralista.

-Pero empuja a reflexionar sobre estas cosas.

-Es un chaval que tiene esa encrucijada ¿qué elige? Pues el mal, si elige el bien me quedo sin novela. A partir de ahí, la novela cobra fuerza pero yo en ningún caso moralizo ni controlo los significados morales que pueda haber en el libro. Yo planteo enigmas pero yo no soy quién para resolverlos.

-Una máxima en su literatura es la de personajes a los que les golpean pero siguen luchando por sus sueños que quizá nunca llegan, ¿de dónde le viene todo esto?

-A saber de dónde me viene, quizá de mi padre… Era un soñador, medio analfabeto, que tenía mucho talento pero la vida no le había dado ocasión de demostrarlo y él siempre vivió con la amargura de la cantidad de cosas que podría haber hecho si hubiera llegado a estudiar, cultivarse… Él proyectó en mí todo esto para que yo fuera lo que él no había podido ser. Es una vieja historia y quizá me venga de ahí. Hay dos tipos de personas, los que son felices y se conforman con lo que tienen y no le piden a la vida más de lo que le puede dar y luego estamos los otros, que somos muchos, que somos los que le pedimos a la vida más de lo que nos puede dar. Somos insatisfechos crónicos, soñadores y corremos detrás de un espejismo y si alguna vez conseguimos atrapar algo del espejismo, nos parece poco y aspiramos a más. Es un deseo continuo, correr detrás de un sueño, de un fantasma.

-¿Cómo le surge esta historia?

-Tenía una cosita muy breve que era una idea de hace muchos años, quizá 20, que era una madre que llevaba a su hijo a un comercio, lo dejaba al cuidado de alguien y desaparecía. Solo era eso pero para mí era muy prometedor. Empecé a hacerme preguntas. Y esa fue la semilla. Luego empecé a darle vueltas y me empezó a salir la historia. Así es este oficio.

-¿Necesitaba volver a la ficción después de su libro autobiográfico?

-Necesitaba volver a ella, yo he escrito novelas y solo escribí una cosa autobiográfica pero no iba a escribir una segunda parte de eso. He vuelto con muchas ganas y me lo he pasado muy bien. Lo importante es seguir escribiendo. Para mí es lo que le da sentido a la vida.

-Nunca abandona el humor, aquí aparece en forma de picaresca…

-Hay escritores que tienen sentido del humor y otros que no y no se sabe el porqué. Faulkner no tiene sentido del humor; Baroja, tampoco; Unamuno, menos…pero hay otros que sí, Valle-Incán…

-Cervantes…

-Cervantes, obvio que sí, es el Dios del humor. A mí el sentido del humor me sale casi desde el principio, la parodia, la farsa, la tendencia a buscar el revés de las cosas, buscar esa mirada insólita propia del humor porque te crea una visión nueva del mundo. Es mirar el mundo desde un ángulo insólito.

-Hugo tiene mucho de farsa.

-Hay momentos que sí pero hay otros momentos más realistas, de tragedia, de drama… Recorro todos los géneros literarios según me lo va pidiendo la pluma.

-Hablábamos antes de la corrupción pero ¿es España una sociedad especialmente corrompible?

-Vivimos una época política en España con una enorme corrupción y lo grave es que nos vamos acostumbrando a esto, ya ni nos escandalizamos ni nos asombra esto. Bueno, no sé qué decirte porque habría que compararse con otras sociedades en las que, por ejemplo, el protestantismo ha arraigado más, probablemente haya una ética de la honradez más rigurosa. Quizá en sitios donde la democracia es más sana y transparente, quizá los hábitos de una democracia así larga hace que la gente aprenda a ser honrada en tanto que en España hemos ido pasando de una dictadura a otra. Sí, ahora que lo dices, es verdad que hay una tendencia a la corrupción que hay que buscarla en nuestra historia. Todo eso ha influido en el escepticismo moral y sobre todo democrático.

-Una sociedad a la que no le interesa tampoco la cultura. Supongo que estará de acuerdo con esta opinión.

-En España, la cultura le importa un carajo a los políticos. Nunca les ha interesado ni siquiera a los socialistas de la época de Felipe González que eran los más ilustrados. Crear un sistema educativo, sólido, coherente, que dure para muchos años en España ha fracasado. Viene de fábrica este desinterés por la cultura y la educación. No me los imagino leyendo un libro, ni a Mariano Rajoy ni a Pedro Sánchez ni a Pablo Iglesias más allá de sociología y política. No me lo imagino leyendo un libro de poemas. Son bastante ignorantes y probablemente representan a una mayoría de españoles. En España se lee poco pero tampoco hay muchos estímulos para ello por no hablar de ese divorcio entre la escuela y la sociedad. La escuela educa en la soledad, en la quietud, el recogimiento, todo lo contrario de la sociedad, la prisa, el regocijo continuo, el bullicio… Ese divorcio no había ocurrido nunca. Es una novedad. Al niño le enseñan una cosa en la escuela y otra en la sociedad y elige siempre lo de la sociedad porque, obviamente, es más atractivo que lo de la escuela.