No hay nada peor que un fanático. Entre otras cosas porque carece de sentido del humor, fundamental para vivir como respirar. Los defensores del festival de Eurovisión son como los islamistas que celebraron el derrumbe de las torres gemelas. O como aquellos beatos que protestaban a las puertas de los cines que estrenaron Yo te saludo María, de Jean-Luc Godard, o La última tentación de Cristo (Martin Scorsese). Qué poco debía de reírse Mohamed Atta. ¿Qué destila la mueca de Rouco Varela? Europa perrea, perrea.

Rodolfo Chikilicuatre es una metáfora. Todavía no han entendido sus detractores que se ríe de sí mismo. Chiquilicuatre, palabra rescatada del Panhispánico, de una peli mexicana o de un culebrón, es un hombre de poco juicio y enredador, un chisgarabís, un mequetrefe. Desconocen la ironía, se lo han tomado tan en serio que no se han dado cuenta de las intenciones del buen bufón. No son capaces de ver que se está riendo de sí mismo.

Enviarlo al festival de Eurovisión es la mejor estrategia para dinamitar una institución trasnochada como el discurso de José Luis Uribarri. Es una lástima que cuando ha triunfado el voto gamberro, TVE convenza al cantautor para que altere la letra del Chiki chiki porque aparecía un tal Mariano y un tal José Luis y porque una de las estrofas es el "por qué no te callas" del Rey. Eso era parte también de esta santa locura. Atentos a lo que suene el 24 de mayo en Belgrado.