Desde que se conoció la triste noticia de la muerte de García Abril, importantes figuras del mundo musical, instituciones y medios de comunicación han querido mostrar su admiración y cariño por el creador aragonés. Los diversos tributos celebran, entre otras cosas, el ingenio de sus melodías más populares, sus numerosos galardones o su generosa labor docente. No obstante, en todos ellos prevalece el elogio a un rasgo fundamental de su música: la elocuencia.

Según la definición escogida, hay quien podría aducir que esta palabra se aplica únicamente a la lengua escrita o hablada. Sin embargo, el estilo de García Abril bien merece una interpretación más amplia, porque sus obras mostraron siempre eficacia en la facultad de deleitar, conmover o persuadir. Para un compositor es primordial encontrar su propia voz. Sin duda, el maestro turolense logró dar con una reconocible y, lo que es más importante, interesante de escuchar.

García Abril forjó su brillante capacidad comunicativa durante sus muchos años de trabajo en la música para cine y televisión. Esa dilatada experiencia enriqueció su paleta sonora y nos dejó célebres bandas sonoras para películas como Los santos inocentes o Sor Citroën, además de sintonías televisivas memorables como las de Anillos de oro o El hombre y la Tierra. Esta última le unió por siempre a Félix Rodríguez de la Fuente, otra persona de maravillosa elocuencia que, según destacó el propio García Abril, «contagiaba entusiasmo y emoción». Seguro que eso mismo, entusiasmo y emoción, sentía el espectador al escuchar la famosa introducción de la serie documental. Incluso es probable que ahora estés tarareando sus primeros compases.

Toda esta carrera en el ámbito televisivo y cinematográfico le valió en 2014 la Medalla de Oro de la Academia de Cine, galardón que el compositor confesó recibir con especial emoción. En su día fue distinguido también con el Premio Nacional de Teatro (1971), el Premio Nacional de Pedagogía e Investigación Musical (1991) y el Premio Nacional de Música (1993), entre otros muchos prestigiosos reconocimientos.

Dos años atrás, la reputada violinista Hilary Hahn, con quien García Abril mantenía una estrecha y fructífera relación creativa, grabó para Decca las Seis partitas para violín solo que el compositor le había dedicado. De hecho, sus respectivos títulos forman en acrónimo el nombre Hilary. En las últimas horas Hahn ha publicado en sus redes sociales unos mensajes de homenaje, que incluyen un breve vídeo con ella repasando Love, la tercera partita. Cuenta Hahn que nunca había sentido su presencia con tanta fuerza, que su voz estaba en la música y su espíritu en la habitación. Ese sentimiento, tan genuino de la obra del turolense, se percibirá estos días con intensidad particular. Es el momento de recordarlo y la ocasión idónea para que la tierra de este gran hombre pida, como reza la letra del Himno de Aragón, al que justo García Abril puso música, lo siguiente: «Oh, tambores del cierzo, descorred ya las nubes y a las cumbres ascienda la voz».