ARTISTA: Marlango.

Presentación de su primer disco

LOCAL: sala Oasis

FECHA: viernes, 2

ASISTENCIA: 550 personas

Marlango levanta pasiones. ¿O es su cantante, la actriz Leonor Watling quien provoca esas oleadas de entusiasmo entre el público? Sea el grupo en su conjunto o su solista en particular la causa de ese vendaval de placer, lo cierto es que en los conciertos de Marlango el público se emociona y lo demuestra con grandes aplausos. El viernes, en la zaragozana sala Oasis, comprobamos otra de esas demostraciones de amor a Marlango.

La banda que forman Leonor Watling, el pianista Alejandro Pelayo, y el trompetista Oscar Ybarra vino para presentar su primer disco, homónimo, del que hasta en Japón se han vendido unos cuantos miles de copias. Vino con el apoyo de un bajista (Mac Hernández), un guitarrista (David Gwynn) y un batería (Steve Jordan), y reunió en su concierto a más de 500 personas. Vino, tocó y triunfó, con un repertorio que incluyó piezas de su álbum de debut, revisiones de composiciones de Nacho Mastretta y Tom Waits (uno de los iconos de Marlango), recreaciones de I Don´t Care y Everybody Is Talking (de la banda sonora de Cowboy de medianoche ) y una canción todavía no registrada en disco: Pequeño vals , que proporcionó uno de los mejores momentos interpretativos de Leonor Watling.

Fue una actuación ajustada de tiempo (si por los espectadores hubiera sido, nos habrían dado las del alba), aunque regularmente medida en lo que al orden de las canciones se refiere, lo que constriñó su ritmo interno. Bien por la banda (eficaz, sólida y detallista), a la que se puede y debe exigir algo más de riesgo, porque las canciones lo permiten y lo piden (fue curiosamente en las versiones donde los músicos más se desmelenaron). Es la demanda de ese paso que marca la distancia entre lo correctamente bello y lo agitadoramente hermoso.

Watling, por su parte, cantó con corrección; de manera sobresaliente en ocasiones, pero sin esa tensión global que exige el directo, ese echar el resto que solicita el escenario. Es más: las canciones de Marlango dibujan esa atmósfera en blanco y negro de los viejos clubs de jazz y de los cabarets clásicos; por eso sorprende ver a una cantante, que es actriz, tan hierática (como asustada, a veces). Asombra el distanciamiento tan brechtiano y la ausencia de sensualidad en un cosmos que propicia que el gesto sea la extensión de la voz.

Nada de lo anotado pareció importar, no obstante, a los espectadores. Ellos pagan, y ellos deciden cómo disfrutar.