Desconocemos las motivos que han impulsado a los ladrones de dos de las obras más conocidas de la máxima figura de la pintura noruega, Edvard Munch, pero indudablemente se han hecho con dos emblemas del arte moderno, particularmente El grito, que por su expresividad ha sido considerado el mejor reflejo de los sentimientos de angustia y soledad del hombre moderno. La mueca patética de una mujer con las manos crispadas pegadas al rostro es una de las imágenes más estremecedoras del expresionismo.

Lo más intrigante es el por qué de este robo. Más reconocimiento la obra no puede tener. Más valor tampoco porque está fuera de la cadena comercial. La popularidad, quizá. Pero sólo intuimos dos razones. Una, política, que no alcanzamos a comprender dada la neutralidad de Noruega en la guerra de Irak; y otra ejemplarizante, para demostrar la vulnerabilidad de los museos, poco preparados para evitar los robos.

*Crítico de arte.