Don Winslow (Nueva York, 1953) recibe «montones de correos de odio y amenazas de muerte». No en vano con sus libros -El poder del perro, El cártel... y ahora Corrupción policial (RBA)- remueve el avispero del narcotráfico y la corrupción a todos los niveles. «Convivo con ello. Sé cuidarme. Sé que soy poco popular en algunos círculos de Washington porque hago campaña contra la droga y critico a Donald Trump por el tráfico y la política penitenciaria, pero me da igual. A algunos narcos les gustó lo que escribí porque exponía su punto de vista. Otros no fueron tan benévolos...», revela.

En Corrupción policial no hay cuerpo o institución que juegue limpio, nadie se libra de aceptar sobornos, robar, trapichear o mentir en su beneficio: fiscales, jueces, abogados, empresarios, federales, políticos... y la policía de Nueva York, representada por el sargento Denny Malone, «el rey del norte de Manhattan», «héroe y antihéroe» acorralado por dilemas morales. Pero Winslow es optimista. «Aunque la corrupción es muy destructiva, no creo que extermine a la sociedad. Pero el daño moral que causa a la democracia es muy peligroso, porque si el ciudadano cree que todo está amañado a priori se asemeja a una dictadura. En una democracia debemos creer que la ley importa, que votar es importante y nuestra opinión cuenta».

EL PAPEL DE LA PRENSA / ¿Cómo luchar contra la corrupción si los que deben hacerlo, jueces, políticos, policía... son corruptos? Winslow es rotundo. «Ese es el trabajo de los periodistas. Los medios deben actuar como guardianes de la democracia arrojando luz sobre los casos de corrupción para que los poderes rindan cuentas». Por ello, denuncia «el brutal y preocupante acoso y derribo por parte de Trump con las fake news», pero cree «en el buen juicio de los norteamericanos para ver la verdad tras ello».

Profundiza en la corrupción policial. «Lo fácil es entender que un policía acepte dinero de un criminal para que lo suelte o que robe dinero de la droga. Más terrible es que un policía que intenta hacer bien su trabajo busque atajos: eres policía y te llaman porque en una casa un tipo está pegando a su mujer, pero llegas y no tienes motivos legales para detenerlo, aunque sabes que si te vas sin hacer nada en una semana, un mes, volverás y entonces será un homicidio. Hablé con policías que en casos así se saltaron la ley para salvar a la mujer y con otros que han lamentado toda su vida no haberlo hecho, no haber mentido y arrestado al sujeto o haberle dado una paliza. He visto a policías jubilados y curtidos, llorando porque 20 años antes no se dejaron tentar por ese atajo. Eso es también corrupción policial».

El autor de Salvajes lanza dardos contra una podredumbre de altas esferas. «En EEUU hay dos millones de presos en cárceles, es el mayor porcentaje de reclusos de la historia. La mitad están ahí por tráfico de drogas. La corrupción es que las cárceles son privadas, gestionadas por empresas que sacan beneficios de ello, con lo que hay un motivo económico por el que te interesa tener a más gente y más tiempo en prisión».

También se interroga sobre sus compatriotas. «¿Qué corrupción hay en el alma colectiva de los estadounidenses, que son el principal consumidor de drogas del mundo? Es corrupción moral. Si los opiáceos anestesian el dolor, ¿cuál es ese dolor tan enorme que necesitamos calmar con tanta droga? Cada año hay 62.000 casos de sobredosis mortales. Es una epidemia de droga que está viajando a Europa», advierte. «Ese vacío» en el alma, opina, lo causa «la soledad». «Lo más eficaz contra la adicción es el vínculo humano. Si a un indigente le das una casa de protección oficial y le rodeas de gente, empezará a seguir terapia y a ir a reuniones de alcohólicos y drogadictos anónimos porque volverá a sentirse miembro de la sociedad».

Winslow entrevistó a numerosos policías y salió de patrulla con ellos. «La tele, el cine y las novelas nos han hecho creer que la relación fundamental es entre policías y delincuentes, pero no, es entre policía y víctima. Son ellos los que las ven, los que van al domicilio a decir ‘han matado, disparado, violado a tu mujer, a tu marido’, los que van a la morgue y los que deben buscar al criminal. Los policías sienten empatía con las víctimas al mismo nivel que sienten enfado con el perpetrador. Por eso, en delitos en barrios latinos y negros, donde los delincuentes suelen pertenecer a esas minorías, el policía tiene una actitud sesgada. Es racismo».

No evita el debate sobre los asesinatos de jóvenes negros a manos de policías. «Es difícil -admite- salir a patrullar con policías y preguntarles si van por ahí acribillando negros. Entrando con ellos en barrios con minorías la tensión está en el aire. La hostilidad es brutal entre policía y población. Nos insultaban y gritaban. Los policías nunca comen en ningún restaurante por si los envenenan».

SOCIEDAD POLARIZADA / «El racismo es el pecado original de Estados Unidos. La economía se forjó en la esclavitud y es algo que aún no hemos superado aunque creímos hacerlo con Barack Obama. Parece mentira que un país que ha elegido dos veces a un presidente afroamericano después eligiera a Trump. Hay una esquizofrenia tremenda en nuestra sociedad, vivimos una polaridad brutal».

Sin embargo, es optimista. «Mucho del racismo que vemos es como el aleteo de un pez moribundo, es una cultura vieja a punto de morir. Mi generación y los más mayores tienen miedo de perder su país. Es absurdo. Yo espero que dentro de 20 años veamos a un país, no de blancos, sino mestizo porque lo veo en el sur de California, donde vivo ahora. Allí hay anglosajones, mexicanos, asiáticos, indios, musulmanes, negros y van juntos a la playa. Nunca he visto tensión ni problemas. Solo una minoría de jóvenes sigue ese discurso asqueroso de Trump de odio contra latinos y negros».