Que el novelista español Juan Goytisolo despierte entusiasmo y admiración entre la población marroquí se comprende bien. En Marruecos se destaca de él no sólo su celebridad como escritor sino el haberse mostrado un ciudadano más entre los musulmanes, con un profundo respeto hacia la confesión islámica y hacia los pueblos árabes-musulmanes en general. Sólo hay que echar un vistazo al caudal de ensayos, artículos, libros escritos sobre el Magreb, Oriente Medio y África, geografías a las que Goytisolo les devolvió la dignidad robada durante los procesos coloniales. Goytisolo no fue un simple inquilino en el país magrebí, de los pocos expatriados que han sabido integrarse desde el corazón, aprendiendo su lengua, el dariya (un dialecto del árabe clásico), y viviendo como los demás.

«Vivió modestamente en la medina de Marraquech junto con la que fue su familia; su amigo especial, el hijo de éste y el hijo del hermano de su amigo», comentó a este diario, Ibrahim Khatib, su traductor oficial en árabe desde 1986. Emocionado, aseguró: «se nos ha ido un símbolo de la relación entre España y Marruecos», porque Goytisolo amaba Marruecos y, en especial, Marraquech y la plaza de Jamma el-Fna, su rincón de asueto.

Se movía en este ambiente popular, tomando cafés y tés en la plaza histórica que él mismo impulsó para convertirla en patrimonio de la humanidad como terminó por declarar la UNESCO.

Renunció al sensacionalismo en sus escritos y a la opulencia merecida por su impresionante trabajo literario en los años 50 y 60 que le convirtió en uno e los mejores escritores españoles del siglo XX. Siempre quiso estar cerca de los más pobres, de las minorías y de los excluidos socialmente.

Quizás por todo ello, la figura de Goytisolo ha quedado dibujada en la imagen colectiva marroquí como un símbolo de la justicia social, la igualdad y de la defensa de otras civilizaciones más allá de la civilización judeo-cristiana. «Fue muy crítico con Occidente como se puede observar en sus trabajos de los años 60 y en la serie de televisión de Alquibla y eso escocía en España» comentó esta vez, Nabil Driuch, traductor de Goytisolo.

En las manos del entonces joven traductor -Nabil tenía 27 años- cayó la obra del escritor español como un lingote de oro. «Empezar la carrera profesional con los trabajos de Goytisolo -comentó Driuch- me llenó de orgullo». Y añadió: «Fue el único español que entendió la cultura arabo-musulmana».