Risueña, enérgica y enfundada en un vestido de cuero y unos tacones imposibles, Yuja Wang podría hacerse pasar por una diva pop si no fuera porque su virtuosismo al piano y su fresca y efervescente actitud sobre el escenario ha cautivado a una (joven y nueva) generación de aficionados a la música clásica. "Soy como soy. No podría ser de otra manera", sentencia una intérprete con un toque canalla y una presencia alejada años luz del estereotipo concertista clásico, que recala esta noche (20.15 horas) en la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza en el concierto inaugural del ciclo de Grandes Solistas.

Bromea con tanta facilidad sobre su afición por el buen comer, como ahonda en las dificultades de la vida de músico y como "lo verdaderamente difícil" de su profesión no es tanto la técnica, "como seguir siendo creativo" concierto tras concierto. "Me encanta España, los españoles son un público muy musical (...) además soy muy comilona, y por eso también estoy muy feliz de estar aquí", añade Yuja Wang, que presenta su último disco en colaboración con la Orquesta de Venezuela y Dudamel.

DE PROKOFIEV A STRAVISNKY Tras ofrecer el miércoles un concierto en el Auditorio Nacional de Madrid, recinto al que ha ido "mucha gente joven, casi tanta como en China", Wang actúa hoy en Zaragoza con un programa que incluye a Prokofiev, Chopin, Kapustin o Stravinsky, un repertorio musical que combina en sus ratos libres con nombres tan eclécticos como Rihanna.

"He atraído a gente nueva a los conciertos pero habrá una generación más joven que también lo hará; en China, los padres llevan a sus hijos de pequeños a los conciertos y desde muy niños experimentan la música clásica como algo cool e interesante", señala Wang (Pekín, 1987). Niña prodigio en su país natal, existe cierta tendencia a resumir su trayectoria como la Lang Lang femenina, aunque solo comparten con su compatriota la nacionalidad de origen, la fama mundial y unas maneras pop sobre el escenario poco ortodoxas para el conservador mundo de la música clásica, lo cual no es poco.

"La música es parte de mí, procuro presentarme en el escenario de la manera más sincera posible", señala una intérprete que atribuye su peculiar estilo en directo a una manera de ser "natural", aunque público y crítica le den "mucha importancia" y eso a veces le haya hecho reflexionar "a posteriori" sobre su actitud, argumenta.

Una conversación con esta joven pianista basta para tirar por tierra toda idea preconcebida sobre el mundo de la música clásica, pero los años de conservatorio pesan: "Como todos los pianistas soy muy perfeccionista, no importa cuantas horas te dediques al día a practicar, siempre te gustaría que el día tuvieras mas horas", confiesa.

Con unas maneras y un carácter muy estadounidense, su "background" chino sale a superficie al explicar el equilibrio entre instinto y técnica que experimenta en el escenario. "Hay una parte muy cerebral en interpretar una pieza, pero también es un trabajo muy emocional. Cuando subo al escenario ignoro todo lo demás, bueno... no exactamente, porque estar sobre un escenario es comunicar. Es como la filosofía zen, no ignoras al resto pero tienes que estar muy concentrado en ti", detalla.