Una anodina novillada sin picadores puso ayer el punto final al primer ciclo de la temporada taurina en Zaragoza. El festejo, como ha sido norma de obligado cumplimiento en la primera parte de la temporada, careció de momentos de relieve y el escaso público que se dio cita en La Misericordia --unos 1.000 aficionados siendo generosos-- no tuvo la más mínima opción para la diversión.

Los erales de los hermanos Ozcoz estuvieron bien presentados, pero las fuerzas les fallaron más de la cuenta y antes de lo debido, al punto que varios rodaron por la arena con estrépito en los compases iniciales de los trasteos de muleta. El quinto se partió una mano en la arena y fue sustituido por otro del mismo hierro que, aunque aguantó mejor en pie, resultó complicado. Gustó al público el burraco que salió en cuarto lugar.

El aragonés David Grau le plantó cara al novillo que abrió plaza; tenía buen son pero se defendía, y eso restó quietud y reposo a la faena. En el cuarto le faltó centrarse y correr la mano con mayor convicción y fe en las posibilidades que ofrecía el novillo. Palmas y silencio, en ambos casos tras escuchar sendos avisos, fue su discreto balance.

El francés Medhi Savalli es un novillero de los que llega pronto al público. No le cuesta esfuerzo saludar rodilla en tierra y hace vibrar al público en banderillas. Pero con la muleta quedó completamente inédito. En el segundo porque el novillo no se tenía en pie, y en el quinto porque se olvidaba de la muleta y buscaba con descaro el cuerpo del torero a la hora de embestir. Dio la vuelta al ruedo --por su cuenta-- en el segundo y se silenció su labor en el quinto.

Y al salmantino Santiago Hernández se le intuyeron buenas maneras. Mostró aplomo y serenidad en el tercero y dibujó algún buen muletazo en el sexto, un eral muy cuajado al que le costaba Dios y ayuda embestir, pero que cuando metía la cabeza tenía un recorrido más dócil que el resto de sus hermanos. Con la espada, francamente mal. Dio tiempo a que sonara un aviso en el tercero y dos en el que cerró plaza. El silencio del público refrendó la indiferencia con la actuación de este joven espada, al que gustaría volver a ver con ganado de mayores garantías.