Lo que no se conoce no se puede amar. Bajo esta premisa nace Pasión por Zaragoza. El reino de los sentidos, una exposición dedicada por entero a la historia de la capital de Aragón, que en este 2018 celebra los aniversarios de ocho importantes efemérides que han conformado la ciudad y a sus gentes tal y como hoy pueden conocerse. La muestra se inaugurará el próximo viernes 5 de octubre, justo antes de que den comienzo las fiestas del Pilar, y estará abierta hasta el 7 de enero en Ibercaja Patio de la Infanta.

«Queríamos darle un homenaje a la ciudad. Que la gente, cuando venga, al salir sienta que vive en una ciudad importante, que Zaragoza merece la pena. Queremos sobre todo que sea una exposición muy didáctica para los más pequeños, porque ellos son la Zaragoza del futuro. Hay que enseñarles a amar la ciudad», comenta Domingo Buesa, comisario de la exposición, que aún antes de que culmine la instalación de muchas de las piezas que compondrán la muestra ya se muestra completamente ilusionado por la misma. Aunque no menos que Armando Serrano, vicecomisario: recorrer los pasillos de esta exposición junto a los dos permite entender el porqué del nombre Pasión por Zaragoza.

EL ESCUDO DE LA CIUDAD

Nada más entrar a la sala, un escudo de la ciudad flanqueado por dos leones da la bienvenida a los visitantes. La señal, que data del siglo XVI, está pintada sobre un retablo. «El objetivo es recrear la historia de Zaragoza a través de los centenarios que se celebran este año pero, primero, hemos de presentar la ciudad», cuenta Serrano.

Para ello, hay que remontarse hasta el año 14 a. C. cuando los romanos fundaron la ciudad. Así, la primera sorpresa con la que se encontrarán los visitantes es un vinilo en las paredes que recrea tal cual fue el antiguo foro de Caesaraugusta. «Los que vengan podrán sentir que están de verdad en el foro, hemos recreado el ambiente», explica Buesa mientras admira el cuadro de la fundación de Zaragoza, colgado en este espacio.

En el suelo, las losas romanas que decoran el piso de este primer espacio dan lugar a la piedra medieval, transportando a los visitantes a otra época. Allí, los responsables de la exposición han recreado una capilla visigoda, que estuvo situada donde en la actualidad se encuentra el símbolo por excelencia de Zaragoza, la basílica del Pilar. Desde las ventanas del templo se divisan las tropas de los francos que en el año 541 d. C. sitiaron la ciudad.

Después de este breve paseo por el primer medievo, se accede a la primera gran sala, la que recuerda la fundación de la taifa de Zaragoza en 1018.

La habitación la preside un gran mural elaborado por el grupo de investigación de arquitectura de la Universidad de Zaragoza en el que se ha plasmado un mapa tridimensional con el aspecto de la ciudad en época musulmana. En el plano se pueden reconocer algunos edificios que todavía hoy pueden contemplarse, como la torre de la iglesia de San Pablo, que entonces era una zona de enterramientos nobles. O la mezquita que ocupaba el lugar en el que ahora está la catedral de la Seo. Este mapa, que es «una novedad científica», está acompañado en la sala por unas piezas de cerámica originales de la época que no se habían exhibido hasta ahora, un devocionario musulmán del siglo XIII y la imagen de Avempace, el gran pensador zaragozano.

CAPITAL DEL REINO

El siguiente espacio está presentado por un arco románico que permitirá el paso a los asistentes. En este caso, la sala conmemora la conversión de Zaragoza en la capital del Reino de Aragón en 1118, siendo rey Alfonso I el Batallador, cuya imagen preside la sala desde uno de los costados. Al entrar en la habitación, poco iluminada, el visitante podrá sumergirse dentro del cuadro El barranco de la muerte, que hace referencia a la conquista de la ciudad por parte del rey cristiano y cuyos límites se extienden por el suelo de la estancia. Una torre de asalto, el olifante o cuerno de guerra del primer señor de Zaragoza, un busto de San Valero y una muestra del escudo más antiguo que se conserva de la ciudad completan la colección.

El siguiente espacio avanza un siglo en la historia, de ahí que el arco románico de la entrada que presentaba la anterior sala se haya tornado en gótico. Un trono de grandes dimensiones en el que se sentaba el Justicia de la Casa de Ganaderos, es el centro de atención de esta parte de la exposición, dedicada a la fundación en 1218 de esta institución que todavía hoy existe y que recoge la tradición ovina que históricamente ha existido en Zaragoza.

El trono, en el que en el año 1908 se sentó la reina María Cristina cuando vino a visitar la Exposición Universal de Zaragoza, está situado frente a un cuadro de Jaime I. El monarca fue el responsable de otorgar el privilegio fundacional a la organización, cuyo documento también se conserva y sobre el que está estampado el sello de cera más antiguo que se conserva. Antes de salir, la señal del rey Jaime I despide a los visitantes, tras lo cual les espera una de las estancias más impresionantes de la muestra.

LA BULA PAPAL

Es el año 1318, y el papa Juan XXII promulga una bula por la cual se erige la nueva archidiócesis de Zaragoza. El documento original que dio lugar a este histórico hecho es una de las piezas más valiosas que se podrán contemplar en la exposición, aunque sin duda, las obras que acompañan al certificado impactarán mucho más a los visitantes. En una de las paredes de esta sala, siete bustos observan estáticos a los que les contemplan. Son los relicarios de los siete patronos de las diócesis que entonces se subordinaron al arzobispo de Zaragoza, y son las piezas originales que se procesionan en cada uno de estos lugares. Las imágenes de Santa Úrsula de Calahorra, Santa Orosia de Jaca, que por primera vez baja al valle del Ebro, Santa Engracia de Zaragoza, San Lorenzo de Huesca, San Ramón del Monte de Barbastro, San Atilano de Tarazona (todavía ausente porque son fiestas de la localidad) y Santa Emerenciana de Teruel conforman esta colección única y que jamás se había exhibido conjuntamente.

En la misma estancia, dos retablos con las imágenes de los Reyes Católicos y el cáliz del Compromiso de Caspe acompañan a una serie de piezas relacionadas con los dos únicos milagros que se han dado en la archidiócesis de Zaragoza. Por un lado, se puede contemplar el relicario de los Sagrados Corporales de Daroca y por otro, el acta notarial que certificó, en 1640, que la Virgen del Pilar hizo crecer de nuevo la pierna de Miguel Pellicer, hazaña conocida como el milagro de Calanda.

Una vez fuera de esta majestuosa habitación, el tapiz real que anunciaba el paso de algún miembro de la corte aragonesa presidirá el pasillo. Sobre él se exhibirá una moneda de oro del siglo XVI que recuerda la llegada a la capital del Ebro de Juana de Aragón y su hijo Carlos, que fue coronado rey en Zaragoza en 1518.

Un siglo después, en 1618 el ayuntamiento de la ciudad decidió dar un paso hacia delante y crear oficialmente la Universidad de Zaragoza, cuyos estatutos fundacionales también están expuestos en esta muestra junto a un cuadro de Pedro Cerbuna. Unos pasos a la derecha, una gran recreación de la capilla del Pilar recordará a los visitantes la construcción de este templo mariano en 1718, otra de las grandes efemérides que se conmemoran con la exposición. Finalmente, un cuadro del pintor Eduardo Laborda homenajea el centenario de la Semana Municipalista de Zaragoza, en la que se elaboró el proyecto de autonomía de la Comunidad de Ayuntamientos Aragoneses.

EXPERIENCIA MULTISENSORIAL

El origen de estas valiosas piezas es variado, pero la mayoría provienen de instituciones como el Gobierno de Aragón, el Ayuntamiento de Zaragoza, la Casa de Ganaderos, la Fundación Ibercaja, la Universidad de Zaragoza y especialmente del Arzobispado de Zaragoza y de las diócesis aragonesas. La exposición cierra la trilogía realizadas para recuperar el legado de los ilustrados aragoneses.

Todo lo expuesto cumple con las expectativas que puede generar el nombre de la exposición, Pasión por Zaragoza, aunque faltaría por completar la segunda parte del nombre: El reino de los sentidos. Pero esta sugerente denominación tampoco defrauda, ya que los sentidos son, precisamente, indispensables para disfrutar por entero la muestra.

Cada una de las salas está perfumada con olores que transportarán a cada una de las épocas a los visitantes. En cada habitación, una melodía permitirá viajar al pasado y como sorpresa final, los que asistan a la exposición podrán meter sus manos en unas cajas cuyo contenido no se verá para sentir y palpar texturas y objetos de mundos antiguos. Todo para poder vivir Zaragoza a lo largo de los siglos. Más de 2. 000 años de historia dan para mucho.