‘Zaragoza me mataSSRq

Fernando Medrano

Mira Editores

Para los que vivimos los ochenta, el Zaragoza me mata era un lugar de encuentro, un punto de partida para la aventura. Y así es también ahora, de nuevo es el Zaragoza me mata, nuevo título de Mira Editores, el bar que supone el arranque para la aventura. La trama, el misterio, la trampa, en la que el personaje principal se ve envuelto a un ritmo que no permite respiro comienza allí. Pero, ojo, nada que ver con la de los ochenta, esto es mucho más que una movida. La Zaragoza del subsuelo, la Zaragoza de la noche, la Zaragoza del desconcierto o la renacentista se alternan para retratar una intriga un tanto onírica que engancha desde la primera palabra y que se lee con muchísima agilidad. Fernando Medrano, el autor, es un hombre de mundo, y se nota. Se conoce más y mejor lo nuestro cuando también se mira desde otras ópticas, cuando se siente la nostalgia del reencuentro. Fernando escribe dotando de personalidad a cada lugar, como si participáramos del recorrido. En realidad lo hacemos.

Personajes secundarios en los que no resulta fácil confiar aparecen y desaparecen del horizonte de Luis, artífice de lo bueno y lo malo, cordial, descreído, entusiasta, colaborador, joven que busca ayuda porque son demasiadas piezas y con demasiadas dificultades para ser encajadas. Y todos estos personajes que giran a su alrededor cumplen con su papel, ni se pasan ni se quedan cortos. En cualquier obra de ficción, son imprescindibles porque enriquecen la historia y le dan valor y significado. Aquí, el autor les pone voz, fuerza y coherencia.

Son muchos los escenarios que merecen ser visitados, primero en el papel y luego en vivo. Bares míticos por lo mucho que representan para los que siempre hemos vivido en la ciudad. No podemos evitar sonreír cuando los vemos inmortalizados página tras página. Y, claro, cómo no, el Museo Camón Aznar, la majestuosa presencia del tubo en su lucha por mantener intacta su forma, el recuerdo de Erasmo de Rotterdam, padre de miles de estudiantes que se pasean por Zaragoza con la beca que lleva su nombre, la Real Maestranza de Caballería, el Patio de la Infanta…

La estructura de este libro ayuda al lector. Capítulos cortos, ágiles, intensos, con mucha información pero muy bien expuesta. Es una novela de acción, sin tiempos muertos, que obliga a estar atento a cada detalle. Es lo que se requiere cuando existe una intriga: que como lectores no desviemos la mirada, que sepamos que para llegar a su resolución hay que pasar por mil y una calamidades, y que contemos con que el peligro acecha a todos los personajes que ya desde el primer momento han empezado a caernos bien. Es una novela que vive la noche, porque tanto en interiores como en exteriores la oscuridad está presente. Las sombras se confunden, los rostros dejan de tener identidad y lo que parece que está resulta que no está. Y eso nos desasosiega tanto a los que habitan en sus páginas como a los que las leemos refugiados en nuestro cómodo rincón.