Desde el inicio del estado de alarma, las farmacias aragonesas han prestado un servicio esencial ante la crisis del covid-19. «Nuestra labor es importantísima. Además de centrarnos en los pacientes y en su relación con los medicamentos, este es un tema de salud pública y educación sanitaria. Los farmacéuticos somos las primeras personas a las que acude la población cuando tiene inquietudes y dudas», explica María Luisa Alfonso, titular de una oficina de farmacia en la calle León XIII de Zaragoza.

En estos momentos su trabajo es de primera línea, «dando consejos de higiene y salud e intentando responder a todas las preguntas de los pacientes», aunque reconoce que la situación se ha vivido con inquietud e incertidumbre por parte de los profesionales. «Hemos sentido inseguridad y hemos adoptado medidas a nivel personal e individual cada farmacia, como instalar mamparas, poner cintas de señalización, limitar el número personas en el establecimiento, etc. que nos han dado algo más de tranquilidad, a pesar de que el riesgo 0 no existe», destaca.

En cuanto al trato con los clientes, asegura que «los primeros días fueron un poco caóticos, hasta que la gente fue tomando consciencia. Luego los pacientes han respondido bien y con responsabilidad, confiando en nuestro consejo profesional y agradeciendo mucho que estemos trabajando para ellos y atendiendo sus necesidades».