-¿Está orientado el sistema penitenciario hacia la reparación del daño?

-(Pilar García) No tiene en cuenta la justicia restaurativa. De hecho, las personas, una vez han cometido el delito, en vez de responsabilizarse de lo que han hecho, se convierten en víctimas del sistema. Entre nuestros objetivos sí que está el de ir hacia una justicia restaurativa, con toda la dificultad que esto entraña.

-¿Cómo contribuye el Proyecto de Cárcel de Cártias a reorientar el sistema penal?

-(Julio Batalla) Yo creo que la institución penitenciaria sí que busca que la persona cambie. Por eso tiene programas de reparación y para que los internos reflexionen sobre lo que han hecho. Pero son voluntarios, y en la cárcel prima la seguridad, por lo que acaban quedándose al margen. Primero, por falta de personal, y segundo, porque tampoco se sensibiliza a los presos. Por eso, cualquier asociación que entre de fuera para ayudar a los presos a reflexionar o para tener una relación personal con ellos, es bien acogida por la dirección. Al menos, así es en las cárceles de Aragón, porque contribuimos a lograr el fin que se persigue con esos programas. Y también ayudamos a pacificar el ambiente.

-¿Cómo trabajan con los presos?

-(P.G.) Se trata de un proyecto de acogida y acompañamiento para favorecer su reinserción. Vamos a la prisión para hablar con los presos y estar cerca de ellos, para que nos puedan sentir como parte de su familia. Intentamos coordinarnos con el centro penitenciario en la labor conjunta de lograr su reinserción. Y hablamos con sus familias, para ver si juntos intentamos que esas personas tomen conciencia de la su situación, y quieran ir cambiando.

-¿Cualquier preso puede participar?

-(P.G.) Trabajamos en las cárceles de Zuera y Daroca. Podemos ver a cualquier preso, aunque a los que están en módulo de aislamiento o en primer grado solo los vemos de forma muy puntual, y en un locutorio. Pero no solo cuando están en prisión, también cuando salen de permiso, en tercer grado o quedan en libertad, porque la reinserción es muy difícil. Tardan dos meses a cobrar el subsidio de excarcelación, de solo 426 euros al mes, y salen sin muchas expectativas de trabajo, por eso hay tanta reincidencia.

(J.B.) A mí me preocupa más su situación si salen en libertad sin una red familiar de sustento y dando tumbos, que cuando cumplen condena y los vamos a ver, intentando que cuando salgan tengan algo en lo que apoyarse.

-¿Qué rol cumplen los volutnarios y cuál le corresponde a la trabajadora social?

-(P.G.) Al principio soy yo, como técnico, quien hace las primeras entrevistas y el diagnóstico de sus necesidades. Y si veo que requieren de un acompañamiento, son luego los voluntarios quienes van a prisión y están más cerca de los presos.

-¿Qué formación reciben los voluntarios?

-(J.B.) Todo voluntario de Cáritas se inicia con un curso de formación de unas 10 horas. Y después, se le orienta hacia dónde ejercer su labor. Yo empecé en una parroquia y acabé en el Programa de Cárcel. Llevo en él desde el año 2008.

-¿Qué le motivó a cambiarse?

-(J.B.) Me lo ofrecieron porque en aquel momento necesitaban gente. He trabajado toda mi vida en el sistema de protección de menores, y sabía entender las necesidades de personas de familias desestructuradas o con problemas. Dije que sí enseguida, y sigo muy contento.

-En el plano emocional, ¿es duro?

SEnD(J.B.) A mí, personalmente, no me desgasta. Pero los cambios de situación de los presos dentro de la cárcel, o de carácter, son constantes, y eso te trae un poco mareado. Pero ellos te ven cercano, y además desean que vayas.

(P.G.) Una de las cosas que nos ayuda a evitar el desgaste emocional es que trabajamos en equipo, y así, de forma conjunta, se toman todas las decisiones.

-¿Qué papel reservan a las víctimas?

-(P.G.) Nosotros no nos dedicamos a mediar entre quienes cometieron el delito y sus víctimas. Pero sí que nos parecen muy importantes, y creemos que se les deja fuera del proceso penal. En nuestras entrevistas con los presos intentamos sacar el tema para que se responsabilicen. Pero cuesta mucho porque, en cuando cumplen condena, ellos también se sienten víctimas. Bastante tienen encima con el sufrimiento de lo que están viviendo, y a la víctima del delito la suelen dejar fuera.

(J.B.) De hecho, no es un tema que tratemos directamente. Pero hay personas con las que hablamos que son conscientes de lo que han hecho, se arrepienten y saben que están pagando justamente por ello. Lo que pasa es que la vida en la cárcel es tan difícil, monótona y machacante para los presos, que acaban por convertirse en víctimas del sistema, y dejan de pensar en el motivo por el que están ahí. Desde fuera es normal pensar que han de pagar por lo que han hecho, pero es un pago muy fuerte, y hay que estar con ellos y apoyarles para que tengan valentía y fuerza para terminar la condena.