-Esta tarde, usted se convertirá en el nuevo director de Cáritas Zaragoza. ¿Con qué ánimo afronta esta nueva etapa?

-Es una responsabilidad por la gran envergadura de la acción social de Cáritas, dado que son múltiples los programas en los que se trabaja y elevado el número de personas a las que se atiende. Pero esta responsabilidad es compartida con muchas personas, trabajadores y voluntarios de la institución. Ambos colectivos asumen tareas compartidas que hacen posible la intervención social. Por tanto, no se trata de la tarea de uno solo, sino de muchos, por eso el reto es compartido. La ilusión con la que se está trabajando se contagia. Yo así lo estoy percibiendo y compartiendo.

-¿Cuáles son las prioridades de Cáritas?

-Cáritas pretende dar respuesta inmediata a las necesidades de los más desfavorecidos, muchas de las cuales dependen del contexto actual de crisis del modelo económico, político y social. El progreso de nuestras sociedades no puede limitarse y medirse a través de indicadores macroeconómicos (PIB, renta per carpita, nivel de consumo, etc.), sino que hay otros indicadores que deberían ser prioritarios para las políticas colectivas: reparto de la riqueza, descenso del índice y riesgo de pobreza, grado de cobertura de necesidades básicas, disminución de los niveles de violencia social y personal, maltrato infantil y de género, es decir, el reconocimiento real de los derechos humanos y ciudadanos.

Cáritas es sensible a la situación que está viviendo un sector importante de la población, próxima al riesgo de pobreza. Muchas son personas integradas socialmente que, al carecer de las condiciones mínimas para llevar una vida digna y cubrir sus necesidades básicas, se acercan al riesgo de exclusión social. En Cáritas apostamos por un mundo mejor, más justo y solidario, y creemos que ello es posible.

-Toma usted el relevo de Jaime Sanaú. ¿Qué líneas de trabajo del hasta ahora equipo directivo piensa continuar?

-El diseño y planificación de las directrices y estrategias en Cáritas no depende de una persona ni de un equipo directivo, sino de la asamblea -se suele reunir cada tres años- y el consejo diocesano. Es una estructura democrática que permite recoger las ideas, opiniones y sensibilidades de muchas personas comprometidas con la acción social. Posteriormente, la comisión permanente y el equipo de dirección, junto con los responsables de cada una de las áreas y servicios, establecen las directrices y las formas de intervención.

Las líneas que está desarrollando Cáritas abarcan múltiples campos de acción e intervención social, teniendo como objetivo prioritario la integración e inclusión de las personas. Y para ello va a seguir insistiendo en la defensa de los derechos sociales, y apostando por la mejora de las políticas sociales, por la defensa del sistema público de servicios sociales, por el empleo y la inserción laboral como medio de inclusión social, por la renta mínima garantizada para todos los ciudadanos sin recursos, por el apoyo a la inmigración, el derecho a la vivienda digna, etc. Jaime Sanáu ha sido un dinamizador convencido de estas líneas de intervención.

-¿Trae alguna propuesta de cambio?

-Cáritas tiene una estructura organizativa muy participativa, no es una organización jerarquizada en la que la decisión de un líder determine nuevas líneas o estrategias de intervención. Se trata de personas muy convencidas de lo que hacen, y su trabajo es una opción de vida y una apuesta por los más necesitados. Sus trabajadores optan por esta organización eclesial por convencimiento, compartiendo el ideario que la identifica y define. Por eso, concibo mi función al frente de Cáritas, más que como un quehacer voluntarioso, como una oportunidad para compartir con todos ellos este compromiso colectivo. Yo vengo a aprender y a estar junto con los que cada día apuestan por ayudar y acompañar a los que acuden a nuestra institución.

-¿Cuáles son los principales retos que le aguardan durante su mandato?

-El próximo 2 de diciembre, y el 20 de enero, tendremos asamblea. Y allí se tomaran las principales directrices para los próximos años, en los que Cáritas tiene unos retos importantes. Primero, a nivel social, seguiremos promoviendo la garantía de los derechos económicos y la cobertura de necesidades de los más desfavorecidos, a través del reconocimiento de una renta básica; continuaremos denunciando ante los medios de comunicación y foros públicos las causas de exclusión y marginación social; apostaremos por la vivienda digna, el derecho al empleo, la inmigración y la acogida a refugiados, la ayuda a la dependencia, el apoyo a la mujer, la infancia, el derecho a la educación, etc.

Segundo, a nivel interno, tenemos que mejorar la cobertura de necesidades básicas de los participantes, el acompañamiento a personas y familias, aumentar la sensibilización y concienciación social, y reforzar los proyectos especializados. Y a nivel organizacional, hemos de aumentar el trabajo en red con otras entidades, seguir desarrollando la formación, etc. Son muchas las cuestiones pendientes, con las cuales Cáritas se siente comprometida.

-Usted preside el comité ejecutivo del Centro de Solidaridad-Proyecto Hombre de Zaragoza. ¿Qué puede aplicar de esta experiencia a su nuevo cometido?

-Ahí he aprendido muchas cosas de los trabajadores, voluntarios y familias que apuestan cada día por las personas que en un momento de su vida han tocado fondo. Allí están ellos para acompañarles y ayudarles a recuperar la ilusión y la esperanza de que es posible salir, de tener un proyecto de vida, una ilusión que compartir. Son un modelo de generosidad, de tenacidad y de superación de las dificultades. Y de los usuarios, he visto que muchos de ellos son conscientes de la oportunidad que tienen de poder volver a tener una vida normal, aunque sea difícil en muchos casos. Para mí ha sido una escuela de aprendizaje.

-Usted ha estado vinculado desde su juventud a comunidades cristianas. ¿Ha influido esto en su vocación?

-Sí claro. A mí me educaron en que la vida tiene sentido si eres solidario y capaz de compartir los que haces con otros. Que no existe compromiso humano, y menos religioso, si no estás próximo a las necesidades de los más vulnerables. Ser solidario supone rebelarse contra las injusticias y desigualdades sociales y proponer alternativas. La solidaridad va más allá de la ayuda material, y supone un posicionamiento en la defensa de la dignidad de la persona, de sus derechos. Encontramos personas solidarias en todas las religiones y espiritualidades, y también dentro del agnosticismo y ateísmo.