-Usted es el autor del posicionamiento de Plena Inclusión sobre la sexualidad en las personas con discapacidad intelectual. ¿Cuáles son sus principales ejes?

-Parte de una idea previa, y lo que hace el posicionamiento es poner a la gente a pasar del tabú a la tarea. Esto es, pasar de algo que no hemos querido ver o que nos ha dado miedo a convertirlo en tarea. Es algo que no han conseguido ni los centros educativos ni sanitarios. Es el ámbito de la discapacidad el que ha tenido que dar un paso al frente diciendo que el tema de la sexualidad nos compete. Es un posicionamiento de mínimos irrenunciables sobre el cual edificar todo el desarrollo de la sexualidad de la persona con discapacidad intelectual. Y reparte esta tarea entre todos los agentes sociales. La persona tiene que ser la protagonista de su propia sexualidad, pero ahí también tienen algo que hacer la familia, los profesionales y las entidades, y hasta la propia sociedad. El posicionamiento aporta una visión global sobre la sexualidad y sobre el reparto de responsabilidades.

-Por qué la sexualidad de las personas con discapacidad está rodeada de más tabús que la del resto de la sociedad?

-Yo empiezo a dudar de que eso sea así. Es un asunto que cada día interesa a más gente. Es cierto que está rodeado de tabús, pero también en el resto de la sociedad. Pero es cierto que a veces no se ve porque, en el caso de las personas con discapacidad intelectual, cuesta crecer con ellas, sobre todo en el ámbito de la familia. También es verdad que los profesionales solemos llegar tarde a abordar su sexualidad, y porque alguien nos lo pide. Cuando los jóvenes lo demandan y te piden que dejes de tratarlos como a niños, que los dejes tomar decisiones y reclaman su espacio, algo hay que hacer. Lo que ocurre con las personas con discapacidad es que a veces no te piden estas cosas. La propuesta de Plena Inclusión es abordar los mismos objetivos que con el resto de la población pero poniendo más empeño. Si esperamos a que parezca que haga falta, vamos a llegar tremendamente tarde.

-¿Qué debe hacer una familia cuando un hijo o un hermano con discapacidad intelectual les platea dudas o inquietudes sobre su sexualidad?

-El primer consejo es que traten de abordarla cuando su familiar es todavía un niño. Y otra recomendación es que cuando les toque hacerlo no se sientan solos y se echen toda esa responsabilidad sobre sus espaldas, porque va a pesar mucho. Se trata de aplicar el sentido común. Cuando un chaval o una chavala con discapacidad intelectual plantea algo relacionado con su sexualidad, más que lo que le cuentes, lo importante es que sepa que cuenta contigo. Cuando el joven pregunta, más que las palabras que uses importa que perciba que tienes un interés en responderle. Y eso al final es tono de voz, actitud... Se trata de hacerle ver que lo que a él le importa también te importa a ti. Y eso es mucho más sencillo de lo que parece, no hace falta ser sexólogo.

-Profesionales de distintos ámbitos coinciden en que España tiene graves carencias de educación sexual. En los centros especiales de educación y en las organizaciones de la discapacidad intelectual, ¿se aborda?

-No. Pero creo que tanto los profesionales como las familias se están poniendo a la tarea, por encima de otros profesionales y otras familias. Coincido con la idea de que en el ámbito educativo hay poca educación sexual, también en los centros especiales. Las administraciones y los profesionales de la sexología vamos más a los institutos que a los colegios de educación especial a ofrecer charlas, y por lo tanto los alumnos de instituto están mejor informados, con lo cual estamos generando una desigualdad. Y creo que eso tiene que ver con la infantilización permanente de la persona con discapacidad intelectual.

-¿Cuesta mucho verlos como adultos?

-Sí, y los profesionales tenemos que aprender a crecer con ellos.

-¿Están los recursos para la salud sexual y reproductiva adaptados a las necesidades de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo?

-Probablemente algunos se ven desbordados cuando les toca algún caso, bien por miedo a abordar la sexualidad de estas personas o bien por temor a lo que dirán los padres, no vaya a meterse en algún jaleo. Pero la mayoría de las familias no se van a enfadar si se las tiene en cuenta.

-Pero estas personas tienen las mismas necesidades que el resto de la población. ¿Qué habría que hacer para atenderlas?

-Yo creo que hay que continuar con la labor que estamos haciendo en Plena Inclusión, partiendo de nuestro posicionamiento. La sexualidad de las personas con discapacidad intelectual hay que atenderla. En este ámbito lo tenemos muy claro. Lo que hay que hacer es formar a los profesionales que no pertenecen a este sector, como a los de la sanidad. No se trata de convertirlos en expertos, sino de aportarles otra mirada.