-La primera jornada de REAS, en 1995, abordó la pregunta ‘¿Crisis económica o economía en crisis?’. ¿Sigue la cuestión vigente?

-Por desgracia, sigue vigente la urgencia y necesidad de dar respuesta y solución a esta crisis global, de sistema y de civilización, a la que se añade la crisis ecológica, cultural, política, de cuidados y sanitaria. Se han hecho evidentes nuestros problemas de fondo. Estamos en un momento crucial, preocupante y único. En estos 25 años, la economía social y solidaria ha crecido y ofrece cada vez más alternativas. Nos hemos convertido en un agente sociopolítico relevante e innovador, ofreciendo opciones de producción, fabricación, distribución, financiación y consumo desde nuestros valores y principios que son la equidad, el trabajo, la sostenibilidad ambiental, la cooperación y el desarrollo local, y sin ánimo de lucro.

-¿Es hoy más fácil que hace 25 años consumir al margen del mercado capitalista?

-Por supuesto, en estos años hemos consolidado el Mercado Social de Aragón, red cooperativa impulsada desde REAS Aragón desde hace más de diez años. En su web se pueden encontrar empresas que, desde los valores de la economía solidaria, ofrecen productos y servicios en todos los sectores. El primer café de la mañana, encender la luz, la conexión a internet, ropa y alimentos, desplazarse al trabajo, reformar el hogar, arreglar el ordenador, hacer la declaración de la renta… Casi el 100% de las necesidades se pueden satisfacer siendo sostenibles. Nos queda el desafío de llegar a sectores más industriales, pero estamos dando pasos.

-¿De qué se habló en la jornada de la semana pasada?

-En la primera sesión, Jordi y Óscar dejaron claro el poco tiempo que queda para cambiar la deriva del actual sistema hegemónico capitalista, patriarcal y productivista, que está colapsando el medio ambiente y, por tanto, la sostenibilidad de la vida. Y en la mesa redonda, junto a Marga Mediavilla, María Pulido, Isabel Álvarez y Genoveva López, abordamos el decrecimiento. Un cambio de modelo económico, sobre todo desde los modelos de producción alimentaria, es urgente para no sobreexplotar la biosfera. Se habló de la situación del mundo rural y la transición ecológica, de políticas de vivienda, empleo y soberanía alimentaria, y de reducir el impacto negativo de macroproyectos de ocio y turismo arrasador. También de una construcción colectiva desde el derecho a percibir una renta básica universal, individual, suficiente e incondicional, y de las políticas públicas, que tienen que avanzar hacia modelos de cogestión público-colectivo-comunitaria, reconociendo a las empresas de la economía social como agentes esenciales.

-REAS Red de Redes cumple también 25 años. ¿Será recordado este año del aniversario como un punto de inflexión?

-Sí, es un año crucial. El contexto es único y preocupante, y puede acabar dando un giro a peor si las personas no nos hacemos conscientes de nuestro poder, desde nuestros hábitos de consumo y participación. Si, además, desde la política no están atentos a lo importante, si las oligarquías influyen manejando sus hilos de intereses económicos, podemos salir con un sistema más depredador, injusto, desigual e insostenible. Esperamos que no sea así, que nos hagamos protagonistas de nuestra economía y construyamos un nuevo paradigma social, económico y comunitario.

-Si el sistema económico se ajustase más al que propone REAS, ¿serían distintas las consecuencias de la pandemia?

-Llevamos muchos años con un sistema económico global al que no le ha interesado tomar en serio dos grandes retos de la humanidad: la reducción de las desigualdades sociales y la sostenibilidad y transición ecológica. Cabría también preguntarse qué realidad tendríamos si hubiéramos sido capaces de cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que los 189 países de las Naciones Unidas acordaron conseguir para el año 2015. Y ahora, ¿seremos capaces de cumplir con la Agenda 2030? La economía solidaria va a seguir creciendo, madurando y siendo una alternativa, no un complemento a un modelo que no ha demostrado beneficiar a las personas y al planeta.

-¿Es buen momento para potenciar la economía alternativa?

-Partiendo de sus claves (la solidaridad, la redistribución, el desarrollo local, la cooperación y la sostenibilidad), es una salida clara para superar las dificultades que vamos a tener. Pero hay un gran reto: la capacidad de coordinación y el compromiso de las administraciones públicas.

-¿Qué sectores de la economía solidaria pueden resultar estratégicos en la nueva realidad?

-Existen proyectos estratégicos, como cooperativas de vivienda en cesión de uso, de movilidad sostenible, de energías renovables, de finanzas éticas o de soberanía alimentaria. Y otros para preservar y generar bienes comunes, tanto materiales como inmateriales: el software y el hardware libre, el conocimiento abierto y la gestión comunitaria de equipamientos y espacios públicos o de recursos naturales, como el agua.

-¿Es posible desmercantilizar los bienes vitales?

-Esta pandemia ha mostrado la urgencia de proteger y garantizar derechos como los cuidados, la sanidad o la educación. Hay alternativas muy innovadoras desde la cogestión público-colectivo-comunitarias o de iniciativas socio empresariales de economía solidaria. Otra realidad poco conocida son las iniciativas socio-comunitarias, bancos del tiempo, huertos urbanos, redes de cuidados, monedas sociales u obradores colectivos, que no pasan por el mercado pero que sirven para cubrir las necesidades de nuestros barrios y comunidades.