Europa se congela. Y Grecia está sufriendo con especial virulencia el temporal. De hecho, Atenas se despertó ayer cubierta por un manto blanco tras una larga nevada que duró toda la noche, y que provocó incluso cortes de tráfico.

Entre tanta nieve, los más vulnerables vuelven a ser una vez más los más afectados. Médicos Sin Fronteras (MSF) denuncia que miles de inmigrantes indocumentados y refugiados se encuentran atrapados en la ola de frío y nieve y sufren en campamentos mal adaptados al invierno en Grecia y los Balcanes. «La cínica negligencia de las políticas de los países comunitarios, unida al frío siberiano y la falta de preparación ante el invierno, han empeorado una situación ya de por sí insoportable para miles de hombres, mujeres y niños que buscan protección en Europa», declaró MSF en un comunicado.

Voluntarios aragoneses han sido testigos de esta situación. Con la idea de ayudar a mejorar las condiciones generales de habitabilidad del campo de refugiados de Ritsona, el aragonés Paúl Castellano llegó a este asentamiento el pasado 28 de diciembre. Acaba de regresar de Grecia tras algo más de semana y media colaborando a través de la Asociación Amigos de Ritsona, que la zaragozana Ester Ungría fundó este verano junto a tres personas de Murcia -Joaquín Sánchez, Teresa Fuentes y Marga Garrido-.

El campo de refugiados de Ritsona está situado en la antigua base aérea de Evia, a unos 5 kilómetros del pueblo que da nombre al campamento y a 17 de Chalcis, ciudad costera del sur de Grecia. El campo se creó en medio de una zona arbolada el 13 de marzo del 2016. En él conviven unas 700 personas refugiadas, la mayoría sirias, pero también hay iraquíes y afganos. Un tercio de sus habitantes son niños.

Ester Ungría tiene una asociación de turismo solidario. Concienciada con el problema de los refugiados, decidió organizar una colecta junto a otra amiga, y en un mes y medio lograron recaudar 50.000 euros. Entró en contacto con gente que estaba trabajando en el campo de Ritsona y viajó hasta allí en agosto con otras 7 personas voluntarias españolas.

Cuando volvió, todavía le quedaba dinero de aquella recaudación. «La realidad era tan dura que, a mi regreso a Zaragoza, mi único consuelo era pensar que desde aquí podía hacer cosas», comenta. Así que, para poder sobrellevarlo, y para dar salida a esos fondos sobrantes, creó Amigos de Ritsona con la intención de seguir recaudando dinero para mejorar las condiciones de vida en ese asentamiento, bastante deplorables de por sí.

En tiendas de campaña y con solo tres duchas de agua caliente, entre los habitantes de Ritsona hay mujeres embarazadas, bebés, enfermos crónicos, discapacitados que apenas pueden moverse por el campo con sus sillas de ruedas… Así que, «a la vuelta, una de las primeras decisiones que tomamos fue que intentaríamos cubrir los gastos de alojamiento y manutención de esas familias más vulnerables en pisos», relata Ester. Ya han conseguido dar cobijo a 5 unidades familiares.

Otro de sus primeros empeños fue lograr que España acelerase los trámites para dar asilo a la familia de Qamar, una niña siria que ahora tiene 17 meses y que sufre graves problemas respiratorios. Tras mover muchos hilos burocráticos, en nuestro país ya está todo listo para recibirla. Solo falta que el Gobierno de Tsipras autorice su salida de Grecia.

Los voluntarios de Amigos de Ritsona cruzan los dedos para que Qamar llegue cuanto antes. Está muy frágil para soportar las duras condiciones de vida en el campo de refugiados.

Afortunadamente para la niña -y para el resto del campo-, en octubre, las tiendas de camapaña fueron sustituidas por módulos prefabricados, al estilo de las casetas de obra. Al menos, estas disponen de una bomba de aire frío y caliente, aunque su potencia es «claramente insuficiente» ante temporales como el de los últimos días, según atestigua Paúl.

Ester Ungría matiza que, «a nuestros ojos, las casetas pueden parecer un avance. Pero para los refugiados fue un mazazo, porque instalarles en una casa mejor implicaba que les quedaba por delante mucho más tiempo de estar en el campo», a donde llegaron con la idea de que iba a ser una estancia breve.

«De hecho, Ritsona fue creado como un asentamiento temporal y recientemente ha sido declarado como permanente», puntualiza Ana Satidrián, científica burgalesa residente en Zaragoza, que es otra de las personas que ha estado colaborando en este campo de refugiados a través de Amigos de Ritsona. «Desde el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) se han hecho estimaciones de que va a estar abierto un mínimo de tres años», puntualiza.

Varias oenegés se ocupan de atender a los habitantes de Ritsona. Pero, a las complicaciones de la nieve, estas navidades ha habido que sumar las vacaciones de los cooperantes. «Por lo que a los voluntarios nos ha tocado asumir tareas que no nos correspondían», reconoce Paúl Castellano. Un extremo que ilustra hasta qué punto el Gobierno griego ha dejado a su suerte a estos refugiados. La Comisión Europea ha espoleado estos días al Ejecutivo de Tsipras para que evite que los refugiados mueran de frío. Pero, mientras tanto, la Unión Europea continúa apretándole la soga de la austeridad alrededor del cuello. Y las temperaturas bajo cero continúan.