«El primer día, me bloqueé. Había tantísimos niños que ver, tantas cosas que hacer, que no sabía ni por dónde empezar». Es el testimonio de Rasha Pérez, MIR de Pediatría del Salud, que entre enero y febrero estuvo cooperando en el Hospital Central de Kamuzu (Malawi).

«Pensé que no iba a aguantar dos meses en esas condiciones», reconoce. «Pero disimuló. Yo estaba allí con ella», añade a continuación la doctora Carmen Ferrer, presidenta de la oenegé Malawi Salud.

«Los primeros días sales con un nudo en la garganta. Pero luego te adaptas porque no te queda otra. Ves que necesitan tu ayuda y que, si no lo haces tú, no hay nadie más que lo vaya a hacer», apostilla Leticia Martín, enfermera aragonesa que ha cooperado en ese mismo hospital en dos ocasiones, la última hace solo tres meses.

Las patologías más habituales de los niños ingresados suelen ser malaria, desnutrición, deshidratación, problemas respiratorios... «Llegan niños muy graves, que en un hospital aragonés irían directamente a la uci. Pero allí no hay uci. Van todos a una gran sala, con cuatro o cinco niños por cama», explica Ferrer.

Cuatro enfermeras locales han de hacerse cargo de los 150 o 200 niños que suelen ocupar la sala. No es extraño que las tres sanitarias aragonesas coincidan en que la mayor carencia de este hospital es la falta de personal. «Muchos niños pasarían el día entero sin ser atendidos si no fuera porque llegamos personal de fuera como refuerzo», constata Leticia.

«El gran problema es la falta de médicos. Los que se forman en el país se van a trabajar a Sudáfrica porque en Malawi no les pagan bien», agrega Rasha. Además, los trabajadores locales hacen turnos de 17 horas al día, 4 o 5 días seguidos, por un salario mísero. «En nuestra estancia de dos meses no te da tiempo a quemarte tanto como el personal que está allí todo el año», opina la pediadra residente.

El trabajo que desarrolla el personal del Salud expatriado a este centro sanitario «es una mezcla entre urgencias, planta y UCI.», explica la enfermera. «Trabajamos en cooperación al desarrollo pero parece que hagamos ayuda de emergencia», apostilla la doctora Ferrer.

«El trabajo es muy duro», admite Rasha. «De hecho, este año, cuando volví, los primeros días me preguntaba por qué. Pero ahora volvería sin dudar», concluye Leticia.