La Cumbre de la Tierra tuvo lugar en 1992 en Río de Janeiro. En ese momento, con el acuerdo internacional de reducir los gases de efecto invernadero, se dio inicio a las conferencias de las partes de la convención marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, la COP. Desde 1994, la COP se reúne anualmente para revisar el desarrollo de los compromisos en materia de cambio climático y reducción de emisiones. Sin embargo, a pesar de todas esas reuniones, las emisiones no han dejado de aumentar.

En diciembre del 2019 pudimos vivir lo que significó la COP25 que se realizó en Madrid. Vimos cómo la cumbre oficial fue un escaparate de las empresas más contaminantes mientras las negociaciones eran incapaces de llegar a ningún acuerdo a la altura de las claras indicaciones del IPCC: es necesaria una reducción de las emisiones a nivel global en un 55% para el 2030.

Parece prácticamente imposible que estos objetivos se logren mientras los dogmas del crecimiento económico, el máximo beneficio para una minoría y el reparto desigual de los recursos, sean los dominantes. Durante los días en los que transcurría la COP25, miles de personas nos juntamos en la Cumbre Social por el Clima celebrada en la Universidad Complutense, donde se pudo escuchar el cuestionamiento estructural de este sistema económico y social que nos conduce hacia un planeta en llamas.

Tenemos muy poca, por no decir ninguna, confianza en lo que pueda salir de la COP26. Dudamos de que se adquiera ningún compromiso que se salga de las lógicas que nos han conducido hasta esta situación de emergencia climática. Pero, al mismo tiempo, lograr ese cambio de rumbo es más urgente que nunca. Por eso, los movimientos ecologistas y por la justicia climática nos vemos obligados a intensificar nuestra actividad.

El ciclo de charlas que llevará a cabo la Alianza por la Emergencia Climática de Aragón, en colaboración con Geoforo por una Nueva Cultura de la Tierra, que tendrán lugar todos los últimos jueves de cada mes, hasta mayo, es un primer paso en este sentido. Necesitamos conocer la magnitud del reto al que nos enfrentamos, y también necesitamos dar saltos de escala en la movilización social. Las décadas que se abren van a ser absolutamente decisivas para lograr las transformaciones profundas imprescindibles para evitar el caos climático que ya empezamos a experimentar. Nos jugamos demasiado, y debemos estar a la altura.