Omisda nació en 1993 y, el próximo 27 de noviembre, a partir de las 17.30 horas, culmina los actos de su 25º aniversario con una jornada en el Centro Joaquín Roncal, en la que podrá verse el documental "Después también", de Carla Simón. Habrá una mesa redonda con profesionales y afectados por VIH, entrega de premios y la clausura de una exposición. Para poder acceder a la celebración de la jornada es necesaria la inscripción previa en los teléfonos 976 201 642 - 627 425 826 o mandando un correo electrónico a la dirección omsida@omsida.org

-Quizás los lectores más jóvenes no tengan conciencia de lo que supuso la aparición de la epidemia del sida en los años 80. ¿Cómo les explicaría las peculiaridades de una infección como el VIH, que hizo necesaria la creación de asociaciones como Omsida, y su abordaje desde un punto de vista multidisciplinar, integrando la atención sanitaria y la social?

-Cuando Omsida nació solo había un fármaco contra el VIH, que tenía poca eficacia y era muy tóxico, y los enfermos morían en soledad. Además, la discriminación era un factor común en todos los ámbitos, incluso en el sanitario. Los profesionales que atendían a los pacientes eran voluntarios, gente muy solidaria y que ignoró los temores, porque había mucho miedo a la transmisión. Aquel miedo llevaba al rechazo. Estamos hablando de unos años en los que incluso se hacía boicot a niños portadores del virus para que no entraran en un determinado colegio. Por eso, un grupo de personas afectadas y familiares, junto con voluntarios y algún profesional, decidieron que había que hacer algo porque el sistema no daba no ninguna respuesta a las necesidades de estas personas. Y así surgió Omsida.

-¿Cómo fueron aquellos primeros pasos y cómo ha evolucionado el papel de Omsida en estos 25 años?

-Los primeros servicios que se pusieron en marcha fueron los grupos de apoyo y los acompañamientos en el hospital y en el duelo. Después vendría la atención psicológica. Y a partir de 1996 llegaron los fármacos que impedían la progresión del VIH a sida, y el panorama cambió totalmente. Hasta entonces, las personas con VIH tenían una vida sin futuro, esperando a que les llegara la muerte. Pero, cuando llegó la medicación, la necesidad ya era otra: informar sobre los tratamientos, que eran complicados de tomar y resultaban muy tóxicos. El problema era la adherencia al tratamiento. Y otro era la lipodistrofia, un efecto secundario de los tratamientos, hasta el año 2010, que afectaba a la grasa de la cara y dejaba rostros muy delgados y con marcas, lo cual también era un obstáculo a la hora de encontrar un trabajo.

-¿Ha cambiado también el perfil de los usuarios?

-En los años 80, y hasta bien avanzados los 90, la principal vía de transmisión no tenía nada que ver con la actual. Hoy se considera principalmente una infección por transmisión sexual. Sin embargo, el 95% de las personas afectadas eran consumidoras de drogas por vía intravenosa. Y alrededor de un tercio de población reclusa tenía VIH, ya que mucha estaba en la cárcel por delitos relacionados con el consumo de drogas. Por eso nos coordinábamos con las oengés que tenían programas de intercambio de jeringuillas y de metadona. Y hacíamos alguna intervención en prisiones.

-¿Cómo fueron adaptándose a unos perfiles tan distintos de afectados por el sida?

-A partir del año 2000 se empezó a constatar que los tratamientos eran eficaces y se consideró una enfermedad crónica. Pasamos de aprender a morir a tener que aprender a vivir. Y la asociación se centró más en el apoyo social, especialmente para que aquellas personas que venían del mundo de la droga tuvieran una vida digna. Con el paso del tiempo, la atención social fue creciendo y empezamos a trabajar la orientación laboral y la educación. Y continuamos con el apoyo psicológico frente a la discriminación, la ansiedad, la soledad o la depresión que pueden acompañar a la enfermedad, un soporte necesario y que el sistema público no ofrece.

-¿Qué otros servicios oferta hoy en día Omsida?

-A los descritos hay que sumar el servicio de atención entre iguales, un programa que desarrollamos en los hospitales, en el que se trabaja la educación para la salud de igual a igual, entre personas con VIH, hecha desde la experiencia y con una comunicación horizontal. Es muy útil tener un referente para las personas que están recién diagnosticadas, y no saben si van a morir ni qué les va a pasar. También tenemos grupos de apoyo y actividades comunitarias para combatir la soledad que sienten muchas personas con VIH, lo que les cambia la vida. Tenemos un servicio de prevención a través del que hacemos pruebas de VIH y hepatitis, atendemos consultas, desarrollamos una labor educacional en colegios e institutos y estamos presentes en las redes sociales de contactos sexuales de hombres con hombres, donde resolvemos dudas y les ofrecemos que vengan a la asociación a realizarse la prueba. Además, tenemos un área de formación y sensibilización para la realización de jornadas, como la que hicimos este mes sobre la relación médico--paciente. También organizamos desde hace varios años un curso para estudiantes de Enfermería con la Universidad San Jorge y otro con la de Zaragoza.

-¿Hay todavía mucho desconocimiento sobre el VIH/sida?

-Más del 30% de las nuevas infecciones se producen en personas menores de 30 años. Y muchas de las personas más jóvenes que llegan a Omsida no tienen ningún tipo de información sobre el VIH porque no han vivido el impacto mediático de los años 80 y 90. Piensan que es una enfermedad del pasado, cosa de mayores. Y, como ya no es una enfermedad mortal, la alarma se ha rebajado y también, en consecuencia, las medidas de prevención. Por otro lado, las campañas de educación de la Administración dirigidas a jóvenes son prácticamente inexistentes. Además, hay una mayor apertura, con lo cual hay más relaciones sexuales y más diversas. Y, por ello, también más prácticas de riesgo. Esto, sumado al consumo de alcohol y otras sustancias, hace que muchos jóvenes no tomen ninguna precaución.

-La gran novedad sanitaria es la próxima introducción en Aragón de la profilaxis preexposición. ¿Cómo lo valoran?

-Nosotros creemos que es una herramienta más dentro de la prevención combinada. Hay algún perfil de personas al que le puede ser útil, como aquellas personas que tienen múltiples relaciones de riesgo, o determinados trabajadores sexuales. Los estudios reflejan que en otras poblaciones donde ya se ha implantado su uso sí que se ha reducido el número de nuevas infecciones. En España está por ver. Se tendrá que estudiar a partir de su implantación, el próximo 1 de enero. Porque es cierto que llevamos muchos años usando las mismas medidas preventivas y el número de infecciones no disminuye. Por eso hay que buscar nuevas herramientas. Y esperamos que esto no se traduzca en una bajada del uso del preservativo y se disparen el resto de infecciones de trasmisión sexual.