La inclusión de los menores con discapacidades es uno de los grandes desafíos pendientes de los sistemas educativos en casi todo el planeta. El obstáculo para la integración de este alumnado en los centros ordinarios está muchas veces en los prejuicios de las familias. El Informe GEM de la Unesco ha detectado que sus creencias discriminatorias forman una barrera para la inclusión. Alrededor del 15% de los padres en Alemania, y el 59% en Hong Kong, temen que los niños con discapacidades perturben el aprendizaje de los demás.

Pero también los padres de hijos vulnerables deseaban enviarlos a escuelas que respondan a sus necesidades. En Queensland (Australia), el 37% de los estudiantes de las escuelas especiales se habían cambiado después de pasar por centros ordinarios.

El informe muestra asimismo que los sistemas educativos a menudo no tienen en cuenta las necesidades especiales de los alumnos. Por ejemplo, solo 41 países a nivel mundial reconocen oficialmente la lengua de signos.

Para lograr la verdadera integración de este alumnado en la enseñanza ordinaria es clave la formación de los maestros. Pero esa es otra gran carencia. Por ejemplo, en diez países francófonos del África subsahariana, menos del 10% de los docentes dice haber recibido formaciones sobre la inclusión de los estudiantes con necesidades especiales.

Sin embargo, hay motivos para la esperanza. En medio de la polémica creada de forma artificial en España ante la reforma educativa que prepara el Gobierno, al que se acusa de querer acabar con los colegios de Educación Especial en un plazo de diez años, el informe de la Unesco alaba el hecho de que muchos países estén adoptando «enfoques positivos e innovadores para la transición hacia la inclusión». Países como Malawi, Cuba o Ucrania están estableciendo centros de recursos para múltiples escuelas, permitiendo así que los colegios ordinarios reciban a niños de centros especiales. A grandes rasgos, esto es lo que pretende la conocida como ley Celaá para los colegios de Educación Especial en España.

Aunque tomar una fotografía fidedigna sobre la situación de este tipo de alumnado a escala mundial no es tarea fácil. Casi la mitad de los países de ingresos bajos y medios no recopilan suficientes datos sobre la educación de los niños con discapacidades.