El 14 de marzo comenzaba el horror para los habitantes de Siria. Ocho años de guerra cuyas cifras siguen sumándose a una escalada de devastadora violencia: más de 500.00 muertos, más de seis millones de desplazados y más de 13 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria.

Lian Fayz y Yousef Shaibar son sólo dos de los miles y miles de sirios que se han visto obligados a escapar de su país. Huyeron hace tres años para no ser reclutados por el ejército regular sirio, y desde entonces han recorrido un camino lleno de obstáculos hasta llegar a Zaragoza, donde residen como refugiados de guerra.

Lian tiene 24 años y es de Alepo. Estudiaba Derecho en la Universidad del Líbano antes de que el conflicto estallara. «La situación en mi ciudad ha sido especialmente difícil. A la gente de mi edad, y en general a partir de los 18 años, intentaban reclutarnos para hacer el servicio militar y, sino, otros grupos intentaban cogernos para combatir: tenías que estar en un bando o en otro», explica Lian.

«En ningún momento quise salir de mi tierra. Anduve de un lado para otro para que no me reclutaran, pero al final me tuve que ir. De Siria fui al Líbano para poder continuar mis estudios. Estuve dos años viajando a mi ciudad hasta que me capturaron los terroristas del ISIS cuando regresaba a ver a mi familia. Me llevaron a un sitio que estaba a 300 kilómetros de mi ciudad», continúa. «Estuve retenido cuatro días, recibiendo maltrato y tortura, simplemente porque era estudiante. Yo me preguntaba: ¿qué culpa tengo?».

Al quinto día, un bombardeo provocó el derrumbe de uno de los muros de la prisión en la que se hallaban, abriendo un hueco por el que pudieron escapar los allí retenidos. Después de eso, Lian tuvo claro que tenía que salir del país. Su objetivo era llegar hasta Grecia, a un campo de refugiados, para solicitar asilo a algún país europeo. Por el trayecto -organizado por una de las numerosas mafias que se lucran ilegalmente por el éxodo-, tuvo que pagar 1.500€ y viajó metido en un camión con un grupo de personas que también huían de la guerra. Una vez allí, pudo contactar con ACCEM, una ONG de ayuda al refugiado con influencia mundial. Gracias a ellos pidió asilo a España y, al cabo de unos meses, fue trasladado a Zaragoza.

Yousef Shaibar también es un jóven de 24 años procedente de Alepo. Se trasladó a Turquía con su familia nada más comenzar el conflicto, donde estuvo viviendo cinco años hasta que la situación se endureció. «Decidí irme y pude contactar con un grupo que iba a ir hasta Grecia en una barca, en una patera. Salimos de Asmir a las tres de la madrugada. Éramos 65 personas. Pagamos mucho dinero. Tras varias horas de trayecto y después de perdernos en el mar, nos quedamos sin combustible durante unas tres horas. La lancha, que era de goma, se rompió y comenzó a llenarse de agua. Estuvimos parados allí en medio del mar durante otras dos horas, sin protección alguna. Lo pasamos muy mal, es algo que no querría volver a vivir nunca». La guarda costera acudió a su rescate cuando amaneció y, posteriormente, les trasladaron a Atenas. Una vez allí, Yousef consiguió solicitar asilo en Zaragoza a través de una ONG.

Yousef tuvo la suerte de no ser una de las más de 2.000 personas que se han ahogado en el Mediterráneo durante los dos últimos años. Lian tampoco está dentro de esos 500.000 habitantes que decidieron quedarse en Siria y murieron. Ambos pertenecen a otra cifra: al 11,4% de personas que España se comprometió a acoger cuando, en 2015, la Unión Europa pactó la recogida de un total de 160.000 refugiados. Sin embargo, España es uno de los pocos países que ha cumplido parte de la cuota, que se estableció en 17.387 desplazados.

Según la ONU, alrededor de 13,5 millones de personas necesitan asistencia humanitaria urgente dentro de Siria. El número de personas desplazadas dentro del país es de casi nueve millones. La inmensa mayoría de los sirios que han huido de la guerra malviven en los países vecinos, pese a la debilidad de sus economías.

Hasta 4,8 millones de refugiados se han reasentado en los países que hacen frontera con Siria: Turquía, Líbano, Jordania e Irak. En el Líbano hay cerca de un millón de refugiados registrados y otro millón, pendiente de registrar. En Jordania, el 10% de la población (639.000) es ya refugiada, mientras Turquía acoge a 2,7 millones de sirios.

Altruismo zaragozano

Al otro lado del Mediterráneo las televisiones se llenaban de cruentas imágenes de violencia y destrucción. Un pase de diapositivas que nos mostraba el drama de la guerra y la desesperación humana en su máximo explendor. Sin embargo, sólo una de aquellas fotografías consiguió hacerse viral y remover conciencias en todo el mundo: la de Ailan, el niño de origen kurdo que apareció muerto junto a la orilla del mar y que se convirtió en el símbolo del drama sirio.

A raíz de este hecho, surgió en Zaragoza un grupo de personas de ayuda al refugiado que comenzaron a organizarse a través de una página de facebook. En tan solo semanas, ya sumaban más de 4.000 miembros. Natalia Alcalde, una de sus portavoces, cuenta que desarrollan su labor a través de mesas de trabajo: «El objetivo del grupo es dar un acompañamiento diferenciado a cada uno, y suplir las carencias que muchas veces tienen las oenegés. Ellos necesitan mucho más que un techo. Es un choque cultural muy grande y necesitan un acompañamiento ya que no conocen el idioma. Nosotros vamos con ellos siempre que necesitan: al médico, al supermercado… Les integramos en un ambiente social, en definitiva somos sus amigos. Lo han pasado muy mal y tener un apoyo psicológico es muy importante».

Ahora son los propios refugiados, los más veteranos, los que se encargan de esta labor. Acompañan en los primeros meses a los recién llegados y les explican el funcionamiento de la vida aquí.

Lian y Yousef se conocieron gracias a este grupo, ya que llegaron al mismo tiempo hace ya tres años. A día de hoy son grandes amigos y comparten un piso en el barrio de La Jota. Han puesto en marcha una asociación de ayuda al refugiado llamada Arabgon. También organizan distintos eventos relacionados con la gastronomía siria y participan todos los años con un puesto de falafel en el Mercado de las Tres Culturas, que se celebra en Zaragoza del 14 al 16 de junio.

Uno de sus amigos, Rudi Ibrahim, de 22 años y origen kurdo, insiste en la importancia de tener un trabajo: «Salí de mi país en busca de una vida mejor. Si termina la guerra, me gustaría volver, es lo que más deseo, aquí no consigo trabajo por mucho que busco. Antes de la guerra todos eramos capaces de vivir en paz. Todas las religiones vivían en concordia en las ciudades y en los barrios», explica.

Los horrores de la guerra

Yousef-Omar es otro de los refugiados sirios que colabora con el grupo en Zaragoza. Llegó también hace tres años y es amigo de Lian y Yousef. Sin embargo, la vida de este se torna complicada ya que perdió el 80% de la visión cuando, en el año 2012, el régimen de al-Assad bombardeo a la población con armas químicas. Iba en un coche con sus amigos cuando le alcanzó una de esas bombas. Youssef-Omar pudo salvarse, pero ellos murieron.

«En Siria no me podían operar. Los hospitales de campaña eran muy rudimentarios. Tuve que escapar hacia el Líbano. Tarde 15 días en llegar porque había control en todos los caminos, donde tenía que pagar para poder pasar. Cuando conseguí llegar me sometieron a seis operaciones. Me quedé en un campo de refugiados del Líbano, donde las condiciones eran muy malas por el frío y las lluvias. Además nos tenían amenazados con devolvernos a Siria», recuerda Yousef.

Debido a su situación pudo pedir asilo a España. Aquí ya se encontraban su hermana y sus sobrinos, por lo que era la mejor opción. Está buscando un cirujano que pueda operarle para recuperar algo de visión.

Planes de futuro

Ámbos jóvenes han estado trabajando durante estos tres años en diferentes sitios, pero reconocen que les resulta muy complicado encontrar un puesto de trabajo fijo. Actualmente, Lian se traslada a Barcelona durante los fines de semana para trabajar en una pizzería. Reconoce que le encanta la cocina y que le gustaría estudiar algo relacionado.

Yousef ha estado los últimos seis meses trabajando en un restaurante libanés en Sevilla, pero ha regresado a Zaragoza de nuevo en busca de algo mejor. Aquí tienen a todos sus amigos, pero reconocen que echan mucho de menos a la familia. «Estoy contento porque me gusta la ciudad, tengo amigos, me han acogido muy bien, aquí la vida es feliz. Pero me gustaría volver a Siria cuando terminase la guerra, aunque mi barrio está totalmente destruido. Mi familia está en Turquía así que iría allí primero», explica Yousef. El sueño de regresar se deshace entre los escombros: «Es muy triste lo que le ha pasado a todas las ciudades. Alepo era preciosa, como otras muchas, y ahora son todo ruinas. No sé que futuro nos espera, pero quiero que termine la guerra de una vez por todas».