Pese a los brutales recortes sufridos en las partidas dedicadas a la cooperación internacional durante los años de la crisis, España nunca ha dejado de mantenerse como el primer donante bilateral de fondos para los campos de refugiados saharauis, salvo en el año 2015, aunque siempre ha sido uno de los países que tienen una mayor presencia sobre el terreno.

El año pasado, España contribuyó con 10 millones de euros, de los cuales 6,2 fueron canalizados directamente por el Estado a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). El resto fue aportado por las distintas comunidades autónomas y las entidades locales.

Por detrás está la Unión Europea, el primer donante bilateral para los campamentos saharauis. El año pasado, a través de la Oficina Humanitaria de la Comunidad Europea (ECHO, por sus siglas en inglés) destinó 9 millones de ayuda. Alemania, Suecia e Italia son los siguientes donantes, con unos dos millones de euros al año cada uno.

Detrás está Estados Unidos, aunque con la Administración Trump los fondos han caído de forma considerable. Este país llegó a ser el primer donante en el año 2015, debido a las aportaciones extraordinarias que hizo para paliar las consecuencias humanitarias de las graves inundaciones que sufrieron los campamentos aquel año.

Argelia, Brasil, Canadá, China, Cuba, Noruega, Arabia Saudí, Corea del Sur, Suiza o Luxemburgo son otros de los donantes habituales, con cantidades más modestas.

A mediados de septiembre, una delegación de personal técnico de la AECID visitó los campos de refugiados saharauis en Tinduf para conocer de primera mano su situación. La misión llevó a cabo una valoración de posibles nuevos ámbitos de actuación más allá de los estrictamente humanitarios.

Por primera vez se desplazaron representantes de varios departamentos de la AECID, y no solo su oficina humanitaria. Uno ellos fue el Departamento de Cooperación con el Mundo Árabe y Asia y de Cooperación y Promoción Cultural. «La idea era explorar posibilidades de cooperación cultural. Alguna podría ir en la línea de la restauración del patrimonio cultural saharaui, pero no hay nada cerrado todavía», apunta Jaime Iglesias, jefe del área de Emergencia y Postconflicto de la AECID.

De hecho, la delegación visitó el Museo del Pueblo Saharaui que alberga, desde 1997, interesantes colecciones sobre la prehistoria, la historia, el medio natural y la cultura tradicional saharaui.

En el ámbito económico, se exploró la posibilidad de aumentar los medios de vida de la población saharaui refugiada, con el ánimo de «fomentar la posibilidad de que dispongan de más oportunidades económicas para mejorar su situación», sostiene Iglesias.

Además, la delegación participó en otra visita de trabajo, integrándose en una misión humanitaria de la Unión Europea en la que participaron también una delegación de la propia UE y representantes de Alemania, Austria e Italia, con el fin de dar mayor visibilidad al contexto y hacer un seguimiento a los principales asuntos de actualidad. Una de las razones de este viaje era «motivar a otros países de la UE para que contribuyan» al sostenimiento de los campos de refugiados saharauis. O dicho de otra manera, «hacer que esta crisis tenga interés para otros países», afirma Iglesias.

Y es que, según el índice que publica cada año la ECHO, la de los refugiados saharauis es una de las grandes crisis olvidadas del mundo. «El concepto de crisis olvidada se utiliza en el ámbito humanitario y depende principalmente del número de donantes que contribuyen a paliar dicha crisis», explica Iglesias.

Liderando este tipo de iniciativas, España puede paliar en cierta medida su responsabilidad histórica como antigua potencia colonial del Sáhara Occidental.