El pasado 8 de septiembre celebramos en todo el mundo el Día Internacional de la Alfabetización, bajo el lema la alfabetización en la era digital. La sede de la Unesco acogió un evento que pretendía determinar qué competencias necesitan las personas que se conectan a las redes, en sociedades cada vez más digitalizadas; y las políticas o programas de alfabetización eficaces, que permiten sacar provecho de las oportunidades que brinda la era digital. Nuestra reflexión, días después de esta efeméride, puede ayudar a resituar las prioridades sobre la alfabetización.

Es evidente que la tecnología digital puede ser un recurso de gran interés en materia de alfabetización. Pero ante las cifras del drama, no parece que esta tecnología digital constituya una dimensión prioritaria en la lucha por una alfabetización efectiva. Según la Unesco, 750 millones de analfabetos en todo el mundo carecen aún de las competencias básicas de lectoescritura. En esta población figuran 102 millones de jóvenes (de 15 a 24 años de edad), de los cuales el 57% son mujeres. Geográficamente, el problema tiene mayor incidencia en Asia (77% de hombres alfabetizados frente a 58% de mujeres), el norte de África (82% de hombres frente al 66% de las mujeres) y el África subsahariana (69% de hombres frente al 53% de las mujeres).

Para estas personas, celebrar el Día Internacional de la Alfabetización cada año implica que gobiernos, organizaciones multilaterales y bilaterales, oenegés, docentes, especialistas de este ámbito, etc., reflexionen acerca de cómo promover una alfabetización eficaz, con los medios localmente disponibles, como aprendizaje a lo largo de toda la vida. Como dice Paulo Freire, «la alfabetización, es más, mucho más que leer y escribir. Es la habilidad de leer el mundo, es la habilidad de continuar aprendiendo y es la llave de la puerta del conocimiento».

El drama del analfabetismo nos sitúa de por sí ya ante un mundo desigual: por un lado, los que saben leer, escribir y contar; y, por otro lado, los que no han tenido la oportunidad de acceder a la lectura, escritura y aritmética. Situar la alfabetización en el marco de la era digital puede conllevar el peligro de ampliar las brechas de la desigualdad en esta materia ya que, como sabemos, el acceso a la tecnología digital también es desigual, quedando los más pobres, los más vulnerables, los más analfabetos excluidos de la misma por sistema.

Por eso, para Manos Unidas, que trabaja desde hace casi 60 años en África, América Latina y Asia en torno a proyectos de alfabetización especialmente centrados en infancia y mujeres, la finalidad humana y social de la alfabetización resulta esencial. Es herramienta principal para la autoestima de toda persona. Al mismo tiempo, es clave en la lucha contra la pobreza, en la erradicación de la desigualdad y en la promoción de sistemas justos, sostenibles e inclusivos para que nadie se quede atrás, como dicen los Objetivos de Desarrollo Sostenibles propuestos por la ONU para el año 2030.