- ¿Puede el sistema alimentario contribuir a la mejora del planeta?

- Los sistemas alimentarios sostenibles contribuyen a proteger y a respetar la biodiversidad y los ecosistemas, son culturalmente aceptables, económicamente equitativos y accesibles, asequibles, nutricionalmente seguros y sanos y permiten optimizar los recursos naturales y humanos. Por eso, funcionan como palanca de cambio para un mundo más justo, sostenible y saludable. Pero, actualmente, todos los elementos y actividades relacionados con la producción, el procesamiento, la distribución, la preparación y el consumo de alimentos representan hasta el 37% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Actuar en el sistema alimentario podría reducir las emisiones hasta en 12,5 gigatoneladas de CO2, el equivalente a retirar 2.700 millones de automóviles de las carreteras. La producción ecológica de alimentos puede reducir entre un 48 y un 66% las emisiones respecto a la producción no ecológica y ayudar a regenerar los suelos productivos, a reducir el consumo de agua y a la preservación de la biodiversidad. Por el contrario, la pérdida de esta última acelera las zoonosis, enfermedades infecciosas que se transmiten de forma natural de los animales a los seres humanos, como el covid-19, que son la causa del 75 % de las enfermedades que nos afectan.

- ¿Y los consumidores, qué pueden aportar a la hora de construir un mundo más justo?

- Detrás de cada alimento está la interacción de muchas personas, desde los agricultores y ganaderos, los transportistas -piensa en ese kiwi de Nueva Zelanda… ¡nuestras antípodas!-, los comerciantes o los políticos, que impulsan diferentes sistemas alimentarios que pueden beneficiar o no a nuestra salud y a la del planeta. Cada uno tenemos nuestra responsabilidad, y la nuestra como consumidores puede parecer pequeña, pero está claro que sin demanda no hay oferta, y tenemos un gran poder transformador. En el observatorio hemos planteado diez claves para una alimentación saludable, sostenible y justa, que van desde consumir productos frescos, locales y de temporada hasta reducir el consumo de alimentos de origen animal, pasando por evitar los precocinados o envasados o el despilfarro. Todas ellas pueden consultarse en el blog DKV 360 y en la web de Ecodes.

- ¿Debería protegerse la alimentación como un derecho humano?

- El acceso a una alimentación adecuada está? reconocido en diversos instrumentos de derecho internacional. Según el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, se ejerce cuando todo hombre, mujer o niño, ya sea solo o en común con otros, tiene acceso físico y económico, en todo momento, a la alimentación adecuada o medios para obtenerla. Desgraciadamente, este derecho se vulnera en todo el planeta. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) estima que casi 690 millones de personas pasaban hambre en el 2019, diez millones más que en el 2018, y casi 60 más que hace cinco años. Además, debido a la pandemia, hasta 132 millones pueden empezar a padecerla en el 2020. En Madrid, por ejemplo, el hambre afecta al 2,1% de la población, 138.100 habitantes. Está claro que el derecho a la alimentación adecuada no está garantizado en nuestra sociedad.

- ¿Qué se entiende por hambre oculta?

- Millones de personas pasan hambre mientras cerca de 2.000 millones padecen sobrepeso y obesidad, y otras muchas, hambre oculta, que es la carencia de vitaminas en la dieta y de minerales esenciales para potenciar la inmunidad y un desarrollo saludable. Según la OMS, unos 2.000 millones de personas sufren de carencia de yodo en todo el mundo, y la carencia de vitamina A se asocia cada año a más de medio millón de fallecimientos de niños menores de cinco años a escala mundial. También son motivo de gran preocupación la falta de zinc o de hierro. Según Unicef, al menos uno de cada tres menores de cinco años está desnutrido o sufre sobrepeso, y casi una cuarta parte de todos ellos tendrá retraso en su crecimiento. Las consecuencias debido a la malnutrición serán de índole económica, social y médica, y en algunos países ya tienen una dimensión endémica. También denuncia Unicef los problemas de exceso de peso, debido a una ingesta de dieta inadecuada y a hábitos poco saludables. En España representan un 35 % de los niños de ocho a dieciséis años.

- ¿Qué otros problemas de salud genera una alimentación inadecuada?

- En el observatorio entrevistamos al doctor Nicolás Olea, que nos explicó que los disruptores endocrinos son unas sustancias químicas que una vez dentro del organismo modifican el equilibrio de las hormonas, que son mensajeros químicos que conectan órganos y tejidos. También, gracias a los informes de Ecologistas en Acción, hemos conocido los efectos que causan en nuestra salud los plaguicidas, sustancias tóxicas que contaminan el suelo, el agua, el aire, la flora y fauna silvestre y quedan en los alimentos. Y desde la Fundación Rezero nos llamaban la atención sobre la presencia de residuos plásticos hormonalmente activos que entran en el cuerpo humano por los alimentos y los envases. Aunque cualquier sistema hormonal puede verse afectado, son las hormonas sexuales -estrógenos y andrógenos, las tiroideas y las del metabolismo las más perjudicadas.

- Las dietas más saludables, ¿lo son también para el planeta?

- Nos decía Noemí García que la dieta es saludable cuando a la vez es sostenible, responsable y ética. En la publicación encontraréis su propuesta para planificar un menú semanal sano y responsable con el planeta o el plan de acción que, desde Ecodes, proponemos para reducir el desperdicio de alimentos en nuestros hogares. ¡Una tercera parte de los alimentos producidos en el mundo se pierde o se desperdicia! Esto supone el 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero, o mil millones de dólares. Debemos aprovechar esta crisis climática, sanitaria, económica y social que estamos viviendo para avanzar en el camino de los sistemas de alimentación sostenible. Para ello, la única manera es actuar todas y todos: administraciones, empresas, organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos. ¡Es tiempo de actuar y de hacerlo juntos!