Por fin llegó el gran día del estreno. ¿Qué tal fueron las reacciones del público?

Nos sorprendimos mucho de cómo reaccionó la gente. No esperábamos que se emocionara tanto, que le gustara tanto el documental. Después hicimos un pequeño coloquio y nos hicieron un montón de preguntas. Incluso había gente llorando. Como madre de la criatura, aluciné.

¿Puede el arte fomentar la inclusión social y la unión entre personas muy diversas?

Me gustaría que la gente que vea el documental opine por sí misma. La película muestra precisamente un caso real donde esta inclusión ocurre a través de un curso de interpretación. Lo que quiero es que el público saque sus propias conclusiones cuando lo vea porque no hay trampa ni cartón. Está basado en unas clases reales y creo que es lo que sorprendió en el estreno, que no se esperaban algo así.

¿Cómo surgió la idea de hacer la película?

Yo trabajaba de profesora de interpretación y ese año me toco dar clase en un grupo de 25 personas. Había desde niñas de siete años a gente de 67, treintañeros, quinceañeros, una persona con asperger, otra con síndrome de down y una con autismo. Al principio pensé: «qué difícil va a ser esto». Lo vi como un reto y me planteé si era capaz de hacerlo. Yo tengo estudios de interpretación, pero no de educación especial. Al final decidí normalizarlo y, cuando pasaron unos meses, mi sorpresa fue que las clases eran increíbles, que lo que pasaba allí era mágico. Tenemos mucho desconocimiento de las discapacidades, pero una vez que ya los incluimos en clase y los tratamos, vemos que son personas con capacidades superiores a nosotros en según qué temas. En un campo como el de la interpretación, la mezcla era preciosa y explosiva, súper enriquecedora. Muchas de las entrevistas que hicimos a los alumnos demuestran que si no hubieran estado estas personas con discapacidades no hubiera sido lo mismo.

¿Qué marca la diferencia?

Ofrecen cosas que los demás no tenemos. Por ejemplo, la espontaneidad que aporta una persona con síndrome de down, sin filtro. Luego, el asperger es súper sincero. Y María también se superó mucho a sí misma con su autismo. Ver su evolución, para la clase fue muy enriquecedor. Cuando estaba viendo todo eso en clase pensé que esta historia había que contarla, había que mostrarla al mundo, pues lo que estaba ocurriendo ahí no suele ser lo usual. Entonces llamé a un compañero cámara, Lorenzo Izquierdo, se lo conté, vino a grabar unas clases y se implicó en el proyecto de manera altruista. Estas clases se empezaron a grabar en el 2019, luego vino la pandemia y paramos. Luego pedí una ayuda de Zaragoza Cultural, nos la concedieron a finales de diciembre y en estos dos últimos meses hemos tenido que acabar el documental, las entrevistas…

¿Por qué el arte dramático tiene ese poder para derribar las barreras de la exclusión?

Porque interpretar es jugar, y todos hemos jugado alguna vez. Volver a ese punto de la niñez, en que lo importante es jugar, lo podemos hacer todos. El teatro también es una herramienta que trabaja mucho con las emociones, con el cuerpo, con las sensaciones, con las intuiciones. Nos quita prejuicios, nos hace mover el cuerpo de una manera que de otra forma no lo experimentamos. No se juega tanto con el intelecto, se juega con otras cosas. Por eso el teatro es tan potente como herramienta educativa y para la inclusión.

¿Cómo se pueden trasladar estas enseñanzas a la vida diaria?

La interpretación y el teatro deberían ser una asignatura obligatoria en todos los colegios porque nos enseña a ser más creativos, a trabajar en equipo, a escucharnos, a conocer nuestro cuerpo, a controlar nuestras emociones, a jugar con ellas y a desarrollar la imaginación. Lo tiene todo para convertirse en una herramienta esencial en la educación. De hecho, hay países, como Inglaterra, donde es una asignatura obligatoria en los colegios. Evidentemente, es para todo tipo de personas, con discapacidad y sin discapacidad. Al final, una de las cosas que digo en el documental es que «todos somos capacitados para algunas cosas y discapacitados para otras». Por ejemplo, Paola, que es la chica con síndrome de down, es una súper actriz. No tiene vergüenza a nada, gestiona muy bien las emociones y está súper capacitada para la interpretación. Ojalá todos estuviéramos así de capacitados nada más empezar una clase.

¿Qué fue lo más complicado de trabajar con un grupo tan diverso y heterogéneo?

Primero, que eran muchos. Tuve que ser muy creativa porque no solo eran muchos y muy diversos, es que eran de muy diferentes edades. Había niñas con personas mayores. Tuve que adaptar mucho mis ejercicios y ser muy creativa y muy flexible a la hora de hacerlo y tener mucha paciencia.

¿Es la primera vez que entra a trabajar en el terreno de lo social?

Es el tercer documental que dirijo. El primero fue con los vecinos de Torrero, donde contaban sus propias historias sobre el barrio. Tenía una parte muy social porque la historia se contaba entre todos, los vecinos proponían sus propios temas. Lo mismo hice con el barrio de La Magdalena, gracias una beca de la Universidad de Zaragoza. Este es mi tercer documental y todos tienen un carácter social porque a mí me gustan mucho las historias pequeñas, de la gente desconocida, de los héroes anónimos, de la gente que trabaja día a día. Creo que todo el mundo tiene algo importante que contar. Me gusta trabajar con las historias que nadie conoce.

¿Se podrá volver a ver próximamente ‘Personas’ en pantalla grande o pequeña?

Acabamos de estrenar y lo que queremos es que el hijo crezca. Estamos buscando financiación para poder llevar a cabo la distribución. Nos han dado una ayuda de Zaragoza Cultural que cubre la edición y las últimas entrevistas, pero no la distribución, y esto requiere dinero para hacerlo bien. Estamos buscando patrocinios o empresas que quieran ayudarnos. Creemos que es una historia que debería difundirse porque es necesaria y, a parte, muy entretenida y bonita. Tiene partes divertidas de las clases de teatro que son momentos de comedia total. Puede verse como mero entretenimiento.