-¿Cómo ha sido su evolución profesional en Medicusmundi?

-Empecé como voluntario para dar charlas en los colegios de Zaragoza cuando terminé Medicina, hace 30 años. Después, estuve de cooperante en dos sitios, y me di cuenta de que si quería cambiar las cosas, tenía que trabajar desde aquí. Me formé y acabé siendo director de Medicusmundi Aragón. Luego me fui a Madrid como responsable de investigación y fui vicepresidente durante seis años. Desde mayo del año pasado soy presidente de la federación internacional. No he notado mucha diferencia, pero ahora me toca dar más la cara.

-¿Echa de menos trabajar al pie de la trinchera?

-Sigo haciéndolo, y eso me permite respirar un poco. Pero estoy convencido de que trabajando desde Europa también se pueden atacar muchas de las causas de la mala salud en los países empobrecidos. Por ejemplo, estando donde se generan las políticas internacionales, en la Organización Mundial de la Salud, para hacer oír tu voz e intentar influir en ellas. Pero es cierto que cuando vuelves otra vez al terreno es como respirar aire puro. Al fin y al cabo, cuando yo empecé con esto, era lo que quería hacer.

-Y en el departamento de estudios de Medicusmundi, ¿qué labor desarrolla?

-Hacemos estudios de casos muy concretos, por ejemplo, de cómo afecta una determinada planta petrolera a la salud de una población. Pero nuestra principal labor es un informe anual de análisis de la cooperación española en salud, tanto del Estado como de las entidades locales y autonómicas, que desarrollamos junto a Médicos del Mundo desde hace 15 años. Con este libro no solo pretendemos que se le dedique más dinero a la cooperación sanitaria, sino que se haga bien. Se analiza el estado de la salud mundial y de las políticas internacionales en esta materia. El informe sirve para hacer incidencia política y se ha convertido en un documento de referencia.