Tangarani Nadar nació en Tamil Nadu, uno de los 29 estados de la India, en el extremo sudeste del país. Cuando tenía cinco años, sus padres emigraron a Bombay. Solamente estudió hasta 7º grado porque viajaba mucho entre la casa de sus padres en la ciudad y la de sus abuelos en el pueblo.

Como en el caso de muchos de los que emigraron del campo a la urbe, a Nadar la casaron a muy temprana edad. Su marido también había emigrado a Bombay en busca de empleo. Él trabajaba a temporadas en el sector de la construcción como ayudante y esto le dio la oportunidad de aprender albañilería, pronto se convirtió en un buen profesional.

Pese a eso, los trabajadores temporales a menudo acaban sin empleo. Se reúnen en las esquinas de las calles todos los días por la mañana y los contratistas acuden allí para ofrecerles labores. Sin embargo, hay varios días que pasan sin que nadie les dé trabajo, así que los ingresos nunca son estables.

El marido de Nadar cayó en la bebida y se convirtió en un adicto, ya que también es costumbre entre los obreros de la construcción reunirse al final del día a beber en la tienda de licores del vecindario.

Cuando el marido de Nadar empezó a llegar a casa con las manos vacías, hubiera trabajado aquel día o no, se convirtió en un importante punto de inflexión en la vida de ella. Además, tenían un niño nacido durante los primeros años de su matrimonio y muchos días tanto él como ella se iban a la cama con el estómago vacío.

Nadar tuvo que arreglárselas por su cuenta y se unió a la cooperativa Creative Handicrafts. Se incorporó para aprender a coser y en seis meses comenzó a generar ingresos tanto para la cooperativa como para su hogar. Las otras mujeres de la cooperativa le dieron compañía y apoyo. Tenía un lugar donde compartir sus penas... Todo iba mejor. Su hijo comenzó a ir al colegio. Ella no se preocupaba mucho por su marido porque ya había decidido su camino.

Pero llegó un punto en el que el alcoholismo de su marido empezó a irse de las manos, con extrema violencia en el ámbito doméstico. Ella decía que tenía que hacer algo al respecto. Se armó de valor para proporcionarle a su marido un tipo de medicinas (provenientes del campo) que tuvieron un gran impacto sobre él e hicieron posible que abandonase la bebida. Sin embargo, fue un proceso doloroso, ya que el síndrome de abstinencia acarreó muchos efectos con los que Nadar también tuvo que lidiar. Ella se llenó de ánimo y compartió todo el sufrimiento de sacar a su marido del alcohol. Ahora él ya no bebe.

Nadar también se desarrolló profesionalmente. Actualmente, es la responsable de la cooperativa en la que trabaja y miembro del grupo de vigilancia de su zona, el cual Creative Handicrafts ha formado en varias áreas para identificar y denunciar casos de violencia hacia las mujeres. Su hijo está estudiando informática. Su vida es un ejemplo a seguir para muchas y muchos.