«Para estar bien en un sitio como este, iniciativas como estos talleres ocupacionales son fundamentales. Pero yo espero que cuando se pongan en marcha de forma continuada en el nuevo local ya no estemos aquí ninguna de nosotras», comenta María, una de las residentes del albergue municipal de Zaragoza que ha estado realizando las tarjetas con las que la Consejería de Derechos Sociales del ayuntamiento va a felicitar la Navidad.

«Pero aunque salgamos de aquí, poder acudir a esta actividad y hacer una buena labor social, aunque sea como voluntaria, puede ser muy productivo emocionalmente», agrega Jamila (nombre supuesto), mientras va pegando las distintas capas de papel. «Nos hace olvidar todo. El rato que estamos aquí nos desestresamos», valora Rosa.

Los talleres ocupacionales dan a las mujeres sin hogar que residen en el albergue la oportunidad de tener un espacio seguro de sociabilización, algo tan simple y tan básico que es difícil tomar conciencia de su importancia si no se carece de un recurso tan fundamental como es la vivienda.

En este espacio se generan mil y un debates mientras las usuarias van dando forma a las tarjetas navideñas. «Te aporta ideas de cara a tu vida social y a una vida laboral. Nos mezclamos diferentes tipos de personas y es muy interesante en ese aspecto», estima Jamila.

Entre recortes de papel y botes de cola van saliendo a relucir los temas que inquietan a estas mujeres. Más viviendas sociales realmente asequibles es su principal reivindicación porque, «cuando nos vayamos de aquí, ¿a dónde vamos a acudir?», se pregunta María. «Si cobras 400 euros y por una habitación tienes que pagar 200… Luego come, viste… Y malvive», reflexiona.

«El trabajo también es muy importante. Es cierto que hay mucha gente preparada que también está en el paro. Pero debería haber más oportunidades para personas que no tienen tanta preparación. Los contratos de aprendizaje que había cuando yo era más joven eran buena opción», rememora Jamila.

«No creo que nadie quiera vivir de las ayudas. Pero hace falta un techo y un trabajo digno para poder empezar», añade el monitor. Pero la concesión de las ayudas debería ser más ágil. «Entiendo que hay mucha gente esperando pero si tardan un año te ha dado tiempo de pensar hasta en delinquir», advierte Jamila. Lo que sea con tal de sobrevivir.