Aquel proyecto llamado Topi, nacido a mediados de los años 80 en el barrio zaragozano del Picarral, fue creciendo. Los nuevos tiempos y una concepción más avanzada de lo que significa la plena inclusión social requerían de una respuesta más amplia e integral, que fuera más allá de lo meramente formativo. De este modo, la actividad de la Fundación Picarral se fue diversificando, y hoy en día se resume en tres grandes líneas de acción: además de los proyectos educativos, que continúan, la entidad gestiona también iniciativas de carácter productivo, así como otras de índole residencial.

La calidad de los programas formativos que ofrece la Fundación Picarral está respaldada por titulaciones oficiales. Su desarrollo está basado en la práctica profesional reforzando, además, la formación básica, la orientación laboral y el refuerzo de competencias culturales y sociales. Estos programas comprenden la escuela de hostelería Topi, el aula taller Topi de escolarización externa de atención a la diversidad y el centro de formación laboral e inserción social Serpi, que tiene como finalidad última la inserción social y laboral de jóvenes con inteligencia límite con edades comprendidas entre los 16 y los 25 años.

En función de las necesidades de cada individuo, la Fundación Picarral ha diseñado sus proyectos residenciales y de apoyo a la autonomía. En ellos busca el desarrollo pleno de cada persona gracias a una vida independiente. Para ello cuenta con el proyecto Carpi de viviendas tuteladas para jóvenes de 13 a 18 años, y las viviendas asistidas Balsas para jóvenes con capacidades diversas.

En el campo de lo productivo, la Fundación Picarral promociona el empleo protegido y potencia la empleabilidad de las personas con sus empresas Ceserpi, Arapack y Mapiser. Pensadas en principio para jóvenes con inteligencia límite, con el tiempo se ha dando cabida a personas con otro tipo de discapacidad, en riesgo de exclusión o con especiales dificultades de acceso al mercado laboral ordinario.