Bombay, caótica y llena de contrastes, es la ciudad más grande y poblada de la India. La mitad de sus habitantes, unos 11 millones de los 19 que alberga, vive en chabolas y carece de servicios básicos: solo el 5% de la población tiene acceso a agua potable. Budistas, cristianos, jainitas, judíos, parsis y sikhs conviven en minoría con hindús y musulmanes. Una amalgama de religiones, ricos y pobres, que se entremezclan en las calles.

Entre ese desorden, Pedro Herráiz, delegado en Aragón de la oenegé Cooperación Internacional (CI), consiguió hacerse un hueco para desarrollar su proyecto social: Football is life. La inciativa comenzó a desarrollarse en el 2012 con el objetivo de fomentar los valores del deporte como herramienta educativa y de inclusión social. Este verano son más de cien los jóvenes aragoneses que están participando como voluntarios en un slum -una barriada de chabolas- con más de 500 niños y niñas de entre 8 a 16 años.

«Lo que en España podría ser pobreza, aquí se considera clase media-alta. Hay mucha desigualdad y distintas etnias. El proyecto intenta fomentar entre los niños unos valores de respeto. Los resultados son increíbles: a través del deporte, rompen la barrera social, les da autoestima, crean espíritu de equipo, compañerismo…», cuenta Herráiz desde la India.

El proyecto está patrocinado por Bergner Europe y cuenta con la colaboración de Fundación Atlético de Madrid, Fuencampo y Podoactiva.

La jornada comienza temprano en Bombay. El equipo de voluntarios coge el autobús hacia el slum a las ocho de la mañana y nada más llegar comienzan las actividades: entrenamiento, juegos y clases de inglés. Una hora para comer con los niños y continúan sin parar hasta las cinco de la tarde. Para Herráiz, todo el esfuerzo merece la pena, pero reconoce que «es agotador, el slum es un completo caos y se suma que es época de monzones. Los voluntarios tienen mucho mérito, se pasa hambre y agotamiento».

Durante el resto del año, el proyecto socio deportivo funciona cada semana, los sábados, en colaboración con dos centros educativos de la ciudad. Los jóvenes hindús han promovido su propia asociación juvenil y colaboran en la academia de fútbol, donde se potencia el rendimiento académico ya que la participación está vinculada al resultado. Además de los entrenamientos, realizan una charla grupal sobre valores.

De Zaragoza a Bombay

El proyecto Football is life tiene su germen en Zaragoza. Durante el curso, Herráiz y la delegación de Cooperación Internacional de Aragón desarrollan el Programa de liderazgo social, que tiene tres líneas de actuación: deporte, educación y servicio a la comunidad que, en palabras de Herráiz, se traducen en cuerpo, cabeza y corazón.

«Intentamos promover una cultura solidaria entre la gente joven. Si empiezan desde muy jóvenes con este compromiso, se convertirá en sinónimo de un futuro mejor. El objetivo es que vean que son capaces de contribuir con algo bueno a la comunidad. Los voluntarios son el alma del proyecto, sin ellos no sería posible», explica Herráiz. Después, en verano, son estos mismos jóvenes zaragozanos los que deciden extender su labor a las comunidades más vulnerables de otros países.

El Programa de liderazgo social se involucra con los niños y niñas del barrio de San Pablo de Zaragoza. Por un lado, reciben apoyo escolar en el colegio público de Santo Domingo. Si sus notas son buenas, tienen la recompensa de poder ir a entrenar al fútbol. Algunos días, los mismos chavales acuden a hacer labores de ayuda a la comunidad. Visitan una residencia para acompañar a la tercera edad. «La gente mayor está encantada, los niños se ponen a jugar al bingo y aunque he intentado cambiar de actividad, es imposible», bromea Herráiz.

Cooperación mundial

Cada verano, alrededor de 300 voluntarios y voluntarias participan en el Porgrama de voluntariado que Cooperación Internacional desarrolla en países como Estonia, Rumanía, Perú, Sicilia, Croacia, México, Uganda, India y Marruecos, entre otros, a través de tareas de alfabetización, acompañamiento de mayores, personas enfermas y con discapacidad y desarrollo de acciones de emergencia social como atención a menores en riesgo de exclusión.

Cristina Paz-Peñuelas fue una de esas voluntarias que decidió dedicar sus vacaciones a ayudar a los demás. Geóloga de carrera, tiene 42 años y es madre de dos hijos. Participó en un proyecto de CI por primera vez en el 2017: «Siempre había tenido ese gusanillo pero nunca me había atrevido. Una amiga me comentó que estaba creando un grupo para ir a Marruecos, yo tenía vacaciones y pensé que era el momento». En Tánger, Cristina ayudaba en dos proyectos: por un lado, cuidaba a bebés de hasta dos años que madres sin recursos dejaban al cuidado de las Misiones de la Caridad. Y, por otro, colaboraba en una residencia que los Hermanos Franciscanos tenían para personas con discapacidad intelectual.

«Fue muy duro. El primer día me asusté. Es un choque muy grande al fin y al cabo. Pero me dije a mi misma: has venido aquí a ayudar. Así que me quité los prejuicios de una sentada e intenté poner mi granito de arena en todo lo que pude», relata Cristina.

En su segunda experiencia se embarcó sola: esta vez a Bombay, donde daba clases de apoyo a los niños y niñas del slum mientras no entrenaban. «El hecho de que estudien allí es la única forma de que lo hagan y de que no pasen sus ratos libres en la calle, drogándose o cometiendo actos delictivos». En cuanto a por qué dedicar tus vacaciones al voluntariado, Cristina lo tiene claro: «Sin duda recibes más de lo que dás. Ayudar es fácil, es algo que sale solo, por inercia cuando alguien te necesita».