Cada día que pasa aumenta el número de personas que dependen de la ayuda de emergencia en África debido a las consecuencias del covid-19. Los toques de queda, los cierres de negocios, las restricciones de entrada y salida y la disminución de las remesas del extranjero dificultan las formas de ganarse la vida.

Kathryn Tätzsch, gestora de crisis de la oenegé World Vision alerta de que, «millones de personas en África y otras partes del mundo se enfrentan a una trágica elección. Pueden exponerse al riesgo de infección por el virus, o bien perderán sus ingresos y se pondrán a sí mismos y a sus hijos en peligro de morir por las consecuencias de la malnutrición o la desnutrición». La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido de que el África subsahariana podría convertirse en el próximo epicentro de la pandemia, con unos 300.000 muertos y más de 30 millones de personas que caerán en la pobreza extrema como consecuencia de ella.

El Banco Mundial estima que la caída de la producción en esta región podría dar lugar a pérdidas financieras de hasta 79.000 millones de dólares. Y el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas estima que los precios de los víveres alcanzan ya en algunos países su nivel más alto desde el año 2008, y la población rural de muchos de los países más pobres vive de los ingresos procedentes de la venta de sus propios cultivos.

Solo en Kenia, más del 80% de la economía depende de las pequeñas y medianas empresas del sector no estructurado, que ya no pueden funcionar, o solo de manera limitada, debido a las restricciones de movimiento. Esto tiene consecuencias económicas dramáticas para los pequeños empresarios, que dependen de los ingresos diarios.