Kevin (no es su nombre real) tiene once años y estudia tercero de Primaria en la República Centroafricana. Desde los ocho años también ayuda a su padre en la fragua, pero desde que fue declarado el brote de covid-19, esta es su única actividad. Aunque solo «mientras las escuelas están cerradas debido a la pandemia», matiza su padre.

Kevin también recorre la ciudad para vender los productos del taller, con el riesgo que esto supone para él. «Estoy deseando volver a la escuela. Quiero convertirme en mecánico o soldador», anhela el pequeño. «No podemos dejar que situaciones como las de Kevin se perpetúen. Solo podemos romper esta espiral de pobreza si proporcionamos un apoyo específico a las familias más vulnerables y les mostramos las consecuencias, en un futuro inmediato, del trabajo infantil para sus hijos», sostiene Javier Ruiz, CEO de World Vision España. «Estamos enviando a millones de niñas y niños a una vida sin futuro», añade.