Alguno de ellos está cumpliendo una condena corta, y hacía relativamente poco que no pisaba la calle. Otros, sin embargo, con penas más largas, llevaban mucho tiempo sin salir del centro penitenciario de Zuera. Y, estas pasadas navidades, por fin, pudieron volver a saborear la libertad, aunque solo fuera por unas pocas horas.

Son un grupo de presos con discapacidad intelectual que, acompañados por dos trabajadoras de la cárcel, pudieron disfrutar de una mañana de ocio por la plaza del Pilar y alrededores. Visitaron la pista de hielo, el belén y un par de exposiciones en el centro Joaquín Roncal. Y remataron la jornada con un chocolate con churros.

«Este tipo de salidas programadas están enmarcadas en un programa de intervención para reclusos con discapacidad intelectual que desarrolla la prisión de Zuera en colaboración con la asociación Plena inclusión», explica Loreto, trabajadora social del centro penitenciario. Los requisitos para poder disfrutar de estas visitas al exterior son haber cumplido al menos la cuarta parte de la condena, estar en segundo grado y tener un buen comportamiento.

Para el estado anímico de los presos, cualquier pequeña salida es positiva. Pero, en el caso de los internos con discapacidad intelectual, todavía lo es más. «Muchos de ellos tienen unas dificultades añadidas a la hostilidad que ya de por sí hay en prisión. Sufren más en las relaciones entre internos o con los funcionarios. Y en la adaptación, que a todo el mundo le cuesta, pero a ellos más, sobre todo en función de su nivel de discapacidad», expone Adriana Quintana, responsable del programa de prisiones de Plena inclusión Aragón.

Algunos de los reclusos que participan en este programa ni siquiera tenían conciencia de tener una discapacidad intelectual antes de entrar en prisión, pues nadie se la había diagnosticado.

«No sé si estas salidas les hacen más llevadero lo que les queda de condena. Eso ya depende de cada uno», dilucida Ana, psicóloga del centro de Zuera. «Pero uno de los participantes en la salida de esta Navidad, solo por el hecho de montarse en la furgoneta y ver espacio abierto por la ventanilla, ya nos expresó que, para él, esto era muy motivador, sin haber hecho todavía la actividad».

«Solo es un paréntesis -añade su compañera Loreto-, porque sus problemas siguen estando ahí. Todas las historias que les han llevado a prisión siguen presentes, y son problemas que hay que abordar. Pero esto es un respiro que, desde luego, les viene muy bien».

En su paseo navideño por Zaragoza, a los presos les acompañó de manera voluntaria un grupo de usuarios con discapacidad intelectual de Plena inclusión Aragón. De esta forma, los internos pudieron ver que, cuando termine su condena, van a poder contar con un grupo de personas con las que hacer actividades. Y también con una asociación que les brindará todos los apoyos que sean necesarios para que su reinserción en la sociedad sea lo menos traumática posible.