La vida de Alejandro Bescós ha estado plagada de aventuras. En la convulsa España de los años 60, la familia Bescós fue víctima de una estafa. Lo perdieron todo. Así que, sin pensárselo dos veces, este aragonés nacido en Movera metió su espíritu aventurero en la maleta y se fue a hacer las Áfricas -y no las Américas-.

Ahora, la productora Mil y una historias está llevando a cabo la película Una voz en África, un largometraje basado en la novela homónima de su protagonista, Alejandro Bescós. A los 89 años, y con multitud de anécdotas a sus espaldas, este ‘indiana jones’ español podrá ver la propia historia de su vida en la gran pantalla.

Ana María Pinar, directora del equipo de guionistas de la película, explica como surgió el proyecto: «La idea empezó como surgen todas las buenas ideas: una persona que te cuenta una historia alucinante. Empezamos leyendo la novela y nos pareció fascinante. Así que se nos ocurrió que estaría muy bien poner imagen a esa aventura». La película «pretende ser fiel a la realidad y a la vida de Alejandro, pero lejos de ser una biografía queremos que tenga acción y sea de aventuras», añade.

El proyecto Una voz en África fue presentado el pasado 4 de julio en Zaragoza. Actualmente, la productora se encuentra perfeccionando los detalles del guion, pero ya está previsto rodar durante el 2020. Los escenarios que se barajan están entre Aragón y la República Dominicana. «La parte de la historia que sucede aquí, obviamente, la rodaremos en nuestra tierra. La parte de selva, más aventurera, queremos rodarla en la República Dominicana». En cuanto al elenco de actores, «todavía no tenemos nada claro, pero nos encantaría contar con aragoneses», adelanta Pinar.

Las hazañas de un moverano

Bescós llegó al Sáhara Occidental -por entonces colonia española- sin billete de vuelta. Su primer destino fue Guinea, donde estuvo trabajando duro durante siete años. Cuando la represión en el continente africano se endureció, los españoles tuvieron que escapar como pudieron.

Él lo hizo en barco, y a duras penas. Regresó a Movera con su esposa y sus dos hijos, pero la espina de África y los africanos ya se le había clavado en el corazón. Con la esperanza de recuperar la fe en el continente, volvió de nuevo, pero esta vez a Gabón y con su hijo mayor, que también se llama Alejandro. Este último recuerda sus años en allí con gran cariño: «A los 21 seguí a mi padre hasta África para empezar una nueva vida, una vida llena de aventuras. Estaba en segundo de carrera y fui a ayudarle a poner en marcha el negocio. Esto era el 79, y hasta 2011 no regresé. Es decir, que el 85% de mi vida lo he pasado en África. Me siento tanto de allí como español».

Padre e hijo se dispusieron a montar una explotación maderera en una zona virgen de la selva Gabón. «Estábamos buscando una concesión de 100 hectáreas y, como no sabíamos si era rica o no, estuvimos más de 30 días adentrados en la selva, buscándola. Llevábamos pan, latas de sardinas y chocolate, pero a los cuatro días ya no nos quedaba nada. Empezamos a cazar, nos metíamos a la boca lo que podíamos, hasta comimos mono y antílope», narra Alejandro, que cuenta la hazaña con emoción. «Tengo grandes recuerdos de las personas. Eran los mismos africanos de las tribus de la selva quienes nos cocinaban o nos daban de comer. Lo pasamos tan mal que lo recuerdo como si fuera ayer: dormimos en una cama que nos hicieron con palos». Finalmente, consiguieron encontrar la explotación y volver a ella mediante unas guías de hilo que medían los kilómetros recorridos por la selva hacia cada punto cardinal.

La esposa de Bescós, Concha -o mamá Concha, como la llamaban los lugareños-, se trasladó con su hijo menor una vez estuvo asentada la empresa. La compañía obtuvo el reconocimiento de los gobiernos de Gabón, Francia y España. Bescós se introdujo poco a poco en la vida política del país y se llegó a convertir en un personaje influyente de la sociedad gabonesa. Sin embargo, no todo fue de color de rosa para la familia. El hijo menor del matrimonio, Jesús, falleció en un accidente de avión.

Los Bescós también realizaron una gran labor social en Gabón. La Fundación Mamá Concha construyó una escuela para que los niños y niñas de las localidades de la zona pudieran recibir educación gratuita y viviendas para todos sus trabajadores.

En cuanto a la película, Alejandro -hijo-señala que es «el mayor honor que puede tener una persona». Hacia su padre solo tiene palabras de agradecimiento: «Es el hombre al que más admiro y admiraré jamás. Es el hombre que ha triunfado, que ha vencido todas las dificultades, y no solo en la vida, sino que ha conseguido el mayor logro: tener a mi familia unida». Una voz en África pone imágenes a una historia de aventuras, de valentía y alegría, pero también sobre el miedo, el sufrimiento y las adversidades.