El ser humano es responsable una vez más de su propia extinción. La urbanización masiva de la costa ha supuesto el fin de muchos de los ecosistemas naturales que albergaba el litoral, suponiendo una pérdida de biodiversidad irrecuperable. Solo el 13,5% de los hábitats costeros no ha sucumbido al ladrillo. Ahora, con el revivir del desarrollo urbanístico, estas áreas de elevado valor natural están de nuevo en peligro. Sobre ellas pone el foco el informe A Toda Costa 2019 de Greenpeace, un estudio anual que este año ha querido destacar la importancia de proteger lo que nos queda.

Los ecosistemas costeros aportan infinidad de beneficios al ser humano: aprovisionamiento de alimentos y materias primas, regulación térmica, protección frente a eventos climáticos extremos, control de la erosión y sedimentación, ciclado de nutrientes y también son el hábitat para multitud de especies.

Sin embargo, a pesar de su riqueza ecosistémica (o, precisamente, por ella) la costa española está totalmente masificada. En ella vive más de la mitad de la población del país.

«Los ecosistemas costeros son una barrera protectora que amortigua las inundaciones, controla la erosión y frena el avance de sequías, entre otros», explica Manoel Santos, biólogo y coordinador de movilización de Greenpeace. En el actual contexto de cambio climático, con escenarios futuros de subida del nivel del mar y constantes eventos climáticos extremos, «es fundamental conservar esta biodiversidad para no aumentar la exposición humana a estos sucesos», añade.

El 22,2% de los hábitats naturales de la costa española se ubica fuera de las figuras e instrumentos de protección de la naturaleza. En total, 519.000 hectáreas de ecosistemas de gran valor, de los cuales más de la mitad están catalogados de interés comunitario por la Unión Europea (57%) y, casi un tercio, prioritarios para su conservación (29%).

«El informe de este año estudia los ecosistemas por su grado de amenaza, es decir, queremos dar importancia a los hábitats desprotegidos, los que todavía podemos defender, y hay que hacerlo con las figuras de protección, como Red Natura 2000», sostiene Santos.

Además, las áreas desprotegidas carentes de reconocimiento sufren más los impactos de la masificación, tales como la contaminación, la acumulación de basura y la falta de cuidado por parte de las administraciones.

Los ecosistemas que todavía sobreviven a la urbanización representan un 13,5% de la superficie costera, de la que el 2,3% se cataloga como lo más valioso: se trata de 22 tipos de hábitats naturales prioritarios para su conservación y amenazados por el resurgir de la burbuja inmobiliaria.

EL LEVANTE Y EL NORTE

«Los ecosistemas más degradados están en la costa del levante español. Sin embargo, curiosamente, el norte de España es la zona más desprotegida. El clima no permitió en su día grandes desarrollos urbanísticos, fue su propia figura de protección», detalla Santos.

Cataluña, la Comunidad Valenciana y Andalucía encabezan el ránking de comunidades amenazadas por el resurgir de la urbanización masiva. Cataluña es la comunidad con mayor presión humana en la costa, donde la superficie urbanizada es más de tres veces superior a la de los hábitats naturales carentes de protección. La Comunidad Valenciana tiene un 22,9% de costa urbanizada, elevándose como la segunda comunidad más urbanizada de todo el litoral español. Y, Andalucía, es la comunidad que mayor número de espacios prioritarios para la conservación alberga, un total de 14 hábitats diferentes.

En cuanto a desprotección de los espacios, Asturias es la primera. La costa asturiana es la comunidad que mayor proporción de hábitats naturales alberga fuera de las figuras de protección de la naturaleza, un 68,8%. Aunque tiene una tasa de urbanización baja (6,3%), resulta fundamental poner en valor estos ecosistemas antes de que puedan verse alterados.

Por su parte, el País Vasco es la comunidad más urbanizada del litoral norte y la cuarta de todo el Estado. El dato más esclarecedor es que un 39,4% de los hábitats naturales en la costa vasca está desprotegido, frente al 22% del total español.

La dureza del clima en comparación con la vertiente mediterránea, especialmente fuera de las rías, ha contribuido a que Galicia presente una de las costas más preservadas. La playa de Liméns es un ejemplo de este valor paisajístico, sin embargo está cercada por urbanizaciones que incluso llegan a inclimplir la Ley de Costas por estar construidas demasiado cerca de la playa.

LAS ISLAS

«Biológicamente hablando, las islas son más sensibles porque suelen tener especies endémicas, que están circunscritas a un solo hábitat. Además, van a ser las primeras afectadas por el cambio climático», explica Santos.

Islas Baleares es la segunda comunidad que mejor protegida tiene los hábitats naturales costeros. La costa del archipiélago no sufre la masificación urbanística del litoral mediterráneo peninsular debido probablemente al factor insularidad, donde un 7,2% de la costa está urbanizada. Un ejemplo es el ecosistema costero de playa Margalida hasta playa Son Real (Mallorca), único y de gran valor, que posee hasta cinco tipos de hábitats diferentes.

Canarias tiene la mayor superficie de hábitats desprotegidos en España: 154.300 hectáreas. Un ejemplo es Costa Calma, que tiene todos sus suelos catalogados para uso turístico, lo que evidencia la presión humana que amenaza la isla. Los hábitats naturales allí presentes son matorrales costeros como suaeda mollis, una especie nativa de las islas, pero también aparece la planta nicotiana glauca, una especie invasora. ¿Qué pasaría si los ecosistemas amenazados finalmente desaparecen? «Sería una catástrofe. Nuestra forma de vida, tal y como la conocemos, desaparecería», sentencia Santos.