-¿Cómo acabó usted yéndose como voluntaria a África?

-Terminé mis estudios y no sabía muy bien a qué dedicarme dentro del ámbito del trabajo social. He ido probando distintas cosas y, mientras hacía la carrera, hice un curso de Cooperación Internacional y Desarrollo Sostenible con la oenegé aragonesa Arapaz. Después del curso teórico, ofrecían unas prácticas voluntarias en terreno. Tenía el tiempo y las ganas necesarios y este año, después de terminar los estudios, me fui tres meses a Senegal y Gambia.

-¿Ha cambiado su visión del mundo ese viaje?

-Antes de irme ya había algunas cosas que me disgustaban del mundo en general. Pero hasta que no las ves en persona no eres realmente consciente de todo lo que está ocurriendo, por mucho que veas noticias en la televisión o las leas en los periódicos. Algo cambia cuando ves esas otras realidades por ti misma. Algo de lo que me di cuenta al estar en África es de que muchas de las cosas malas que ocurren allí no son sino el desnivel obligado de una balanza provocado por los que están arriba sobre los que están más abajo.

-¿Qué fue lo más duro?

-Sobre todo, el darme cuenta de que las situaciones más injustas que te encuentras en el sur son en parte provocadas por la manera en la que vivimos aquí.

-Su formación le ha acercado al mundo de la cooperación. ¿Ve en ella una posible salida profesional?

-Que me haya formado no significa que acabe dedicándome a la cooperación. De hecho, no sé si me gustaría como profesión. Pero quería conocer personalmente esta realidad, al margen de mi vocación profesional. Así que decidí probarlo.

-¿Qué ha logrado aprender?

-La formación teórica me ayudó a comprender lo difícil que es, por no decir imposible, llegar a cambiar la manera en la que estamos viviendo ahora. Y mientras esta no cambie, nuestro modo de vida seguirá repercutiendo negativamente en los países menos desarrollados. Por mucho que sigamos cooperando a través de las oenegés, los cambios tienen que ser a mucha mayor escala. Pero parece que esto no interesa a los poderes que actualmente mueven el mundo. Pero por muy difícil que sea este cambio, a mí, contribuir a hacerlo posible me aporta mucho. Así que, profesional o personalmente, pienso seguir haciéndolo.

-Su mensaje suena muy desesperado. ¿Algo se podrá hacer desde aquí, no?

-Sí, claro. Podemos contribuir con un poco de responsabilidad colectiva. Por ejemplo, evitando colaborar o consumir con organismos y empresas que estén perjudicando injustamente a países o sociedades enteras. Pero sé que es muy difícil hacerlo, porque no siempre disponemos de la información suficiente de cómo se llevan a cabo las cosas. He de reconocer que desde que volví del viaje tengo una visión más negativa del mundo, porque vi cómo están funcionando algunas cosas y no me gustó.

-¿Ha sacado algo positivo de este viaje?

-Desde luego. Lo más positivo son los contactos que me traigo y los recuerdos de la gente de allá. También me quedo con las maneras de vivir que aquí no conocemos. Y con toda la experiencia en general.

-¿Qué estuvo haciendo en Senegal?

-Allí estuve con Arapaz haciendo las prácticas sobre el terreno. Estuve ayudando a Dani, el cooperante que esta oenegé tiene en el país. Fui para aprender cómo se trabaja en el ámbito de la cooperación. En este momento colaboran con colectivos de mujeres a las que les proporcionan formación y un terreno para poder cultivar, y así combaten la desnutrición de ellas y de sus hijos. Y, si hay excedentes, se vende lo que sobra. Además, se les ofrece alfabetización, en una sociedad en la que no han tenido la oportunidad de estudiar.

-¿Y qué hizo en Gambia con Africagua?

-Esta oenegé trabaja con asociaciones de inmigrantes que están asentados en Aragón para que presenten proyectos de desarrollo para sus pueblos de origen. Esto es lo que se llama codesarrollo. Se aprovecha su conocimiento sobre sus pueblos, sus gentes, sus necesidades y su forma de trabajar para que estos proyectos sean provechosos. Lo que yo hice fue recorrer varios pueblos para ver con qué grupos podemos contar para apoyar los proyectos desde allá y para facilitar una relación entre los colectivos de aquí y de allá. En definitiva, para preparar el terreno para futuros proyectos.

-A pesar de su visión del mundo, ¿cree que la cooperación sirve para algo?

-He visto muy buenas intervenciones por parte de estas dos oenegés. Pero la cooperación es como poner tiritas en una operación. Puedes detener un poco la hemorragia pero no es la manera de actuar para cambiar las cosas. El impacto de la cooperación es muy positivo, pero sobre poblaciones muy pequeñas. La solución está en la política internacional.