-¿Cómo fueron los inicios de ISF Aragón hace ahora 25 años?

-Eran años de movimientos sociales, de manifestaciones a favor de destinar el 0,7% de los presupuestos públicos a la ayuda oficial al desarrollo. Nuestra asociación surge de la necesidad de un grupo de estudiantes y profesores de la escuela de ingeniería de romper muros y darle otro enfoque a la formación tan técnica que se realizaba y, sobre todo, tan masculinazada. De ahí que el nombre que se le diera a la organización fuera Ingeniería, y no Ingenieros Sin Fronteras como sucedía en Francia, por una cuestión de género pero también de abordar la ingeniería de una manera más integral. En ISF Aragón fuimos los primeros en formarnos legalmente, después se replicó el modelo en Cataluña y Asturias.

-¿Cómo ha cambiado el mundo de cooperación desde entonces?

-Las nuevas tecnologías de la comunicación han cambiado bastante la forma en la que trabajamos, sobre todo a la hora de comunicarnos con otros países. Hace unos años ponerte a desarrollar un proyecto, tanto en temas legales como de facturación, era muy complicado. También se ha profesionalizado más el sector y eso, junto a otras realidades que han surgido en España, ha hecho que haya desaparecido el voluntariado o que este se haya repartido en otros movimientos y luchas sociales. En cuanto a aquellas acampadas pidiendo el 0,7% de los prespuesto para la cooperación, lejos de ir aumentado, el dinero destinado a cooperación ha disminuido; en España está en el 0,21 de media, y en Aragón, apenas llega al 0,04.

-¿Y el trabajo de ISF?

-Seguimos trabajando con la misma ilusión y las mismas ganas que desde el principio. En estos 25 años hemos realizado en torno a 50 proyectos. Somos una organización mucho más profesional, no en el sentido de personas contratadas sino en la calidad de los proyectos. Antes se hacían proyectos pequeños en terceros países, era una cooperación más asistencialista; ahora hay una visión mucho más integral, de satisfacción de derechos humanos. También impartimos mucha formación, hacemos muchos cursos online para gente que quiera aprender, tanto desde el punto de vista de la ingeniería como para otros colectivos.

-¿Qué proyectos tiene en marcha la organización actualmente?

-Trabajamos en los campos de refugiados saharauis realizando formaciones para otra organización que está en el terreno. En Perú, hemos firmado ahora un convenio con la Universidad de Zaragoza y otra asociación local para llevar a cabo acciones formativas. Actualmente no tenemos proyectos de desarrollo como tal sino que trabajamos más la sensibilización e incidencia política en España. Trabajamos mucho con asociaciones prosaharauis para visibilizar su causa, en temas de agua y género, electrónica ética, soberanía alimentaria, etc. La pasada semana celebramos la primera edición de las Jornadas de Bioconstrucción en la Escuela de Ingeniería y Arquitectura (EINA) de la Universidad de Zaragoza, y también llevamos a cabo unos premios a nivel estatal para trabajos de fin de grado y de máster en temas de cooperación para alumnos de ingeniería.

-Sus principales áreas de intervención son Perú y el Sahara, dos zonas muy alejadas geográfica y culturalmente. ¿Qué tienen en común?

-Trabajamos con comunidades de la zona andina en Perú afectadas por conflictos mineros o proyectos de megaminería y en los campamentos de refugiados saharauis en cuestiones de acceso a recursos. No es casualidad que en los sitios en los que estamos presentes haya conflictos sociales en relación con el agua y la energía.

-¿Qué soluciones aporta la ingeniería en la ayuda al desarrollo?

-A día de hoy disponemos de unos conocimientos tecnológicos, recursos económicos y estructuras productivas que pueden ayudar a erradicar la pobreza extrema y la mortalidad infantil en el mundo. Al margen de las causas políticas que los puedan ocasionar, los profesionales de la ingeniería juegan un papel muy importante al abordar cuestiones de elevada complejidad técnica, pero considerando aspectos económicos, políticos y sociales.

-¿Qué importancia tienen las denominadas ‘tecnologías apropiadas’?

-Para nosotros son una herramienta de trabajo. La mayoría de proyectos se basan en modelos de modernización y de transferencia tecnológica sin más, pero si la tecnología no está adaptada al contexto local o crea dependencias externas no acaba de cuajar. En lugar de centrar los proyectos en la tecnología que estás trabajando, el foco debe estar en las personas y en sus necesidades, para que las comunidades puedan «apropiarse» de estas tecnologías y gestionarlas fácilmente.

-¿Sigue habiendo etnocentrismo en el ámbito de la cooperación?

-La visión asistencialista que se tenía desde el Norte de llevar proyectos a otros países ha cambiado, pero sigue habiendo casos en los que cuesta dejar atrás ese modelo. Para que un proyecto de cooperación tenga éxito debe entender las dinámicas internas de las comunidades donde se participa y los contextos socioeconómicos donde se trabaja, así como cuestiones más complejas de género o distribuciones familiares de la economía.

-Para terminar, ¿cuál es el balance que hace ISF de sus 25 años de trabajo?

-El balance es muy positivo. Hemos tenido altibajos, momentos de mucha actividad y momentos de bajón que nos han hecho replantearnos cómo queremos seguir trabajando el tema de la cooperación, ver dónde nacen los problemas asociados a esas carencias en el tercer mundo y trabajar sobre el cuarto mundo, es decir, personas en nuestro territorio que no tiene acceso a recursos como el resto de la población. En ese sentido, formamos parte de la Red de Lucha contra la Pobreza Energética y estamos implicados en iniciativas como el evento #ZgzNoTiraComida, relacionado con la soberanía alimentaria.

-¿Qué papel juega el voluntariado en vuestra asociación?

-Es la base de nuestro trabajo. Actualmente tenemos 15 voluntarios, a parte de los socios y personas que participan en las actividades. Estamos bastante implicados en que las personas universitarias nos conozcan, y en hacerlo de una forma atractiva para que la gente participe. Hoy en día hay muchos más problemas sociales visibilizados y eso hace que el voluntariado se diversifique.