Si existe un ámbito profesional en el que predomina la vocación de servicio a las personas ese es sin duda el sanitario. Por lo tanto, no es de extrañar que el Colegio de Médicos de Zaragoza (Comz) cuente con su propia oficina de cooperación al desarrollo. Ni que su sede sea un escaparate permanente de la solidaridad de los aragoneses, canalizada a través de los profesionales de la medicina.

Muestras fotográficas, charlas o actividades de sensibilización llenan de actividad esta oficina de cooperación, situada en el paseo Ruiseñores, frente a la sede oficial del Comz. Hasta el próximo 11 de octubre, el trabajo en Filipinas de la asociación Phileos acapara todas las miradas en la sala de exposiciones de la oficina del cooperación del Comz.

Recientemente, esta oenegé zaragozana de cooperación al desarrollo de carácter sanitario ha atendido a más de 1.200 pacientes en este país durante dos semanas. Phileos está compuesta principalmente por médicos aragoneses y alumnos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza que viajan cada seis meses a reforzar la asistencia sanitaria de la población desfavorecida con limitación al acceso de servicios sanitarios.

La comunidad de Siervas de María Ministras de los Enfermos es la contraparte local de Phileos en Filipinas. Ellas disponen en Quezon City, la ciudad más poblada de la región metropolitana de Manila, de la clínica Virgen de la Salud. Ahí es donde los médicos zaragozanos desplazados pasan consulta y operan. Las religiosas también les ofrecen un alojamiento «muy asequible», agradece el doctor Juan Ignacio Pérez Calvo, vicepresidene de la oenegé.

Ramón Sousa Domínguez, su presidente, fue quien puso en marcha esta iniciativa a raíz de un viaje que realizó como médico voluntario. «Hace cinco años, una compañera de Valencia me pidió si podía colaborar en un proyecto con estudiantes de Medicina para atender a pacientes en Filipinas. Me pareció una experiencia fantástica, y ese fue el germen de Phileos».

Al volver a Zaragoza, el doctor Sousa compartió la idea con varios compañeros del Clínico, y les gustó. «Los médicos tenemos una gran vocación de servicio, pero muchas veces no sabemos cómo canalizarla. Por eso pusimos en marcha la asociación entre unos pocos médicos. Pero el voluntariado es una experiencia que engancha mucho, y cada día somos más», asegura.

En la cartera de las intervenciones quirúrgicas que Phileos practica en Quezon City se encuentran diversas indicaciones, tanto ginecológicas como de cirugía general. El cáncer de mama una de las causas más relevantes. Pero también atienden afecciones más leves, como catarros o contusiones.

«La atención sanitaria de la gente más pobre depende enteramente de misiones médicas llegadas del exterior», explica el doctor Pérez. «La sanidad en Filipinas es privada. Existe un sistema público de salud para las personas más pobres, aunque solo cubre a quienes tienen reconocida por el Estado su condición de indigentes». Pero ese trámite burocrático supone «todo un desafío para quienes no tienen recursos ni para desplazarse» ni pueden permitirse faltar al trabajo un día. E, incluso poseyendo ese certificado, el sistema público solicita las pruebas diagnósticas pero no las paga, ni asume los gastos de medicinas ni de suministros quirúrgicos. «Es una cadena de frustraciones y, al final, desesperados, los pacientes se dejan y desisten», lamenta.

Por ello, es comprensible que, cuando llega un equipo de Phileos, las filas de pacientes a la espera de su turno son kilométricas. «En una misión médica de estas características tienes que atender a todo el mundo que se presente, además de pagarles las medicinas. Y, lógicamente, muchos aprovechan para venir aunque solo tengan algún dolor leve, y así al menos se pueden llevar una caja de paracetamol», describe el doctor Pérez.

Si no fuera por equipos de voluntarios internacionales como los que componen Phileos, muchos de sus pacientes filipinos no podrían acceder jamás a la atención sanitaria especializada, y algunos ni tan siquiera a la más básica. Pero esta no es la única razón de ser de esta oenegé, fundada sobre todo por médicos que también son profesores universitarios. «Creemos que estas misiones son una oportunidad única para que los estudiantes tengan contacto real con el ejercicio práctico de la medicina. Y les ayuda a que explote esa vocación de servicio que todo médico llevamos dentro. Todos los estudiantes que han ido vuelven tocados por una experiencia que les marca para siempre», afirma Ramón Sousa.

Aunque, más que un contacto con el mundo real, se trata de una inmersión, a pulmón y sin oxígeno, en las profundidades abisales de la profesión médica. En la última expedición, el equipo atendió a 1.200 pacientes en dos semanas estaba compuesto tan solo por dos cirujanos generales, una ginecóloga, un residente de medicina interna y siete estudiantes.

A la pregunta de cómo se puede trabajar a ese ritmo, Juan Ignacio Pérez responde que «eso solo se consigue madrugando mucho, acostándose tarde y organizando todo muy bien».

La exposición que ahora muestra esta hazaña en el Colegio de Médicos de Zaragoza pretende animar al público a colaborar con una oenegé que solo trabaja con fondos privados. Y es también un llamamiento al resto de los médicos para que se sumen a esta gran labor.