-¿Qué les trae a Zinentiendo?

-Sara Merec: Con motivo del décimo aniversario del Día de la visibilidad lésbica, presentamos Isla ignorada, un proyecto que inicié hace dos años y que habla de la visibilidad lésbica. Comenzó con una publicación con 20 entrevistas sobre los problemas asociados a ser mujer y lesbiana. Y después vino el corto, en el que hablo de la situación de la mujer lesbiana en el medio rural. El Festival Agrocuir (se celebra en agosto en Galicia) me pareció el marco adecuado para rodarlo por la convivencia que se produce entre la gente del pueblo y quienes llegan de fuera. Gracias a las muñeiras, hay una especie de transgresión en algo tan popular, ya que todos bailan con todos sin importar su género. Su concepto mismo es un ejemplo de diversidad.

-España es uno de los países del mundo más avanzados en materia de derechos LGTBQI. ¿Por qué surgió la idea de dedicar una obra a la visibilidad lésbica?

-S.M.: Precisamente, el revulsivo que me llevó a hacer un proyecto específico sobre el tema fue que alguien heteronormativo me dijo: «¿Qué más queréis?». Si bien todos tenemos que hacer un frente común contra los problemas de la comunidad LGTBQI, llega un momento en el que hay que dar un paso adelante y defender las cosas que nos diferencian. En el caso de las lesbianas, hay un tema fundamental de falta de derechos que nos afecta a nosotras, que es el de la maternidad y la filiación. Cada vez más parejas o mujeres lesbianas que quieren tener hijos. El problema es un formulario que hay que rellenar en las clínicas, en el que pone ‘padre’ y ‘madre’. La mayoría de esas clínicas solo están adaptadas a parejas heterosexuales, pero son privadas. El problema está cuando la Seguridad Social no cubre casos de mujeres solteras o de parejas lesbianas.

-¿El problema está en la ley o en su aplicación arbitraria?

-María Santoro: Yo soy madre. Mi entonces pareja y yo lo conseguimos por el método ROPA, en el que una aporta el óvulo y la otra es la gestante. No fue nuestra primera opción, pero sí la que funcionó. La doctora nos dijo que nos lo recomendaba a pesar de que no es legal, pero tampoco ilegal. La condición era que teníamos que estar casadas. Ya ha habido alguna sentencia que está sentando precedente, pero el tema no se ha legislado. Digamos que hay un vacío legal y que tu suerte depende de en manos de qué profesional caigas.

-Los gays tienen más presencia mediática y social que ustedes. ¿Por qué es tan importante una visibilidad normalizada?

-S.M.: El pasado jueves, con motivo del Día de la visibilidad lésbica, el Parlamento Europeo celebró una reunión en la que Kika Fumero y Marta Fernández, dos compañeras de LesWorking, la red profesional internacional para lesbianas, presentaron un estudio realizado entre 5.000 de estas mujeres, en el que se dan unas estadísticas bastante interesantes al respecto. Una gran mayoría de mujeres no sale del armario en sus trabajos porque cree que puede suponer un perjuicio en su carrera profesional, agudizando aún más el efecto del techo de cristal. En otros ámbitos, como el cultural, hay más normalización precisamente porque los chicos gays fueron más abiertos, y nosotras nos hemos subido a la cola de ese tren.

-Pero la falta de referentes no solo se da en entornos muy masculinizados o heteropatriarcales, ¿no es así?

-M.S.: No. En los que no lo son tanto también hay una autoarmarización muy importante en el caso de las lesbianas. Muchas que podrían salir no lo hacen por una serie de miedos profundos, en unos casos justificados y en otros no.

-¿Opción personal o losa impuesta?

-M.S.: Depende. Es muy difícil generalizar. Hay quien opta por mantener oculta su vida privada, lo cual es muy respetable, y otras lo hacen por miedos anticipatorios. A veces, cuando éstas salen del armario, se sorprenden positivamente por la respuesta recibida. Pero, bajo mi punto de vista personal, quienes podemos vivir nuestra orientación sexual con normalidad tenemos la responsabilidad de fomentar la visibilidad lésbica para que existan referentes positivos, ya no solo para las generaciones venideras, sino para la lesbianas que en la actualidad viven en entornos mucho menos favorables. Por mucho que haya una legislación común, no es lo mismo ser lesbiana en un pueblo del Pirineo que en una capital. E incluso dentro de la misma ciudad, no es lo mismo ser lesbiana en un barrio o en otro. Pero insisto en que hay mucho miedo anticipatorio.

-¿En qué sentido?

-S.M.: Muchas veces, en la gran ciudad tenemos un concepto equivocado de lo que supone ser gay o lesbiana en el entorno rural. Cuando trabajaba en Isla ignorada, me encantó descubrir que los jóvenes que está repoblando el medio rural, dotándolo de vida cultural y salvaguardando las tradiciones y el medio ambiente, están contribuyendo a que quienes han vivido ahí toda su vida estén viendo con normalidad otras formas de hacer. Y al mismo tiempo están creando un espacio de seguridad para las personas LGTBQI. Por eso, a veces, los miedos a salir del armario son infundados. El problema es que apenas hay referentes todavía. Pero aquella generación que luchó por nuestros derechos en los años 80 nos está pidiendo el relevo. Y no hay que dar ningún derecho por sentado. Igual que los ganamos se pueden perder.

-La falta de referentes, ¿cómo puede afectar a las futuras lesbianas, hoy niñas?

-M.S.: En nuestra educación sentimental, en la de todos, son fundamentales los referentes positivos, tanto en nuestro entorno inmediato como en el ámbito cultural popular: música, series, cine... Por ejemplo, que haya youtubers que hablen abiertamente de su sexualidad es muy positivo. Que las nuevas tecnologías den soporte a la diversidad es fundamental para los adolescentes, porque buscan sus referentes al margen de la familia y del entorno educativo, aunque ambos tengan mucho peso. Para mí fueron fundamentales los libros, pero también el cine. Recuerdo los primeros festivales de cine LGTBQI, en los que a lo mejor entre 40 películas había una de lesbianas. Incluso aunque fuesen auténticos bodrios nos los tragábamos con verdadera fruición, como si fuese el grial, porque al fin veíamos algo que representaba aquello que nosotras queríamos tener. O que una cantante que te gusta hable abiertamente de su sexualidad también ayuda. Por eso creo que tenemos una responsabilidad social, porque como nuestra condición sexual es en sí misma política, hay que hablar de ella. Una sociedad diversa solo se consigue iluminando esos rincones oscuros.